Nota realizada por el Prof. Jorge Olguín.
Comentarios del colaborador.
Querido Jorge: Hemos llegado a
un punto, profundizando
tanto, que todo es blanco, con ligeros
matices de blanco,
apenas
perceptibles. No sé si se entiende lo que quiero decir.
Lo que tú me comentas está
perfecto, pero tratemos de
dilucidar algunas cosas que siembran duda. Es
sumamente
importante que nosotros tengamos las ideas claras para luego
poder transmitirlas sin dudas de ninguna naturaleza.
Fíjate que en tu ejemplo hay dos egos distintos que toman el
mando: uno te tira toda la merd y el otro, más
tarde, te pide
disculpas y te dice todo lo contrario del ego
anterior. Esta
persona del ejemplo es obvio que no
tiene integrado los
yoes, ya que según qué ego toma el mando, así
actúa.
Sabemos que hay muchos egos: Hay un
ego que siempre
miente, hay un ego que no puede dejar de decir la
verdad,
hay otro ego que siempre insulta, un ego que siempre es
contemporizador. ¿Qué valor tiene entonces lo que dice uno
de los egos que puede asumir
cualquiera de los roles?
Ninguno, como no lo tiene ninguno de los egos. La pregunta
que te hago es: ¿Por qué le vamos a dar valor a uno de los
egos en desmedro de los otros, si ningún
ego vale nada?
Porque solo es un rol que dura hasta que otro ego tome
el
mando. Solamente tiene valor lo que dice la persona cuando
la misma tiene el ego integrado. No
solo piensa de otra
manera... actúa de otra manera.
Pongo como ejemplo a una persona cercana a mí que, como
todos, tiene varios yoes. Uno de los cuales
es una máquina
de decir sandeces, otro es un yo amoroso,
otro es un yo
mentiroso, otro siempre me da consejos, otro me
culpa de
todo... ¿Cuál rol es en verdad el que
asume esta persona?
¡Ninguno, porque todos los yoes egoicos son máquinas!
En conclusión, si alguien me dice hoy que soy un fracasado
y mañana me dice todo lo contrario, pienso que nada de
lo
pueda comentar esta persona tiene valor... ni
cuando dice
que soy un triunfador ni cuando afirma todo lo contrario.