Relatos sobre Aldebarán IV

 

Vivencias de Marcel

 

Habló sobre la ayuda que presta a un thetán inestable. Continuó el relato sobre su vida en Aldebarán como mento. Su padre estaba desequilibrado y abusó algunas veces de él. Como otros mentos fue de vida errante y solitaria buscando orientar. Explicó algún encuentro profundizando uno con Fondalar, el más destacado de los mentos.

 

            Entidad: Estoy aquí reunido de nuevo con vosotros. Mi nombre conceptual se pronuncia como Dan-El.

            Siempre conceptúo que hasta la elevación es relativa. Cuántas veces en nuestra historia hemos encarnado en lugares donde como thetanes luego pensamos “¡Oh!, en dónde me he metido”

            Obviamente que todo es aprendizaje, pero dentro del aprendizaje a veces quedan situaciones marcadas, como un thetán compañero cuyo 10% ha encarnado en otro continente al que vive mi 10% actual y cuando él estaba en el último grado de la primaria –ahora es un masculino de 60 años- aún siendo un niño de conducta ejemplar, su maestro –vaya a saber por qué razón- siempre lo molestaba o era irónico con él por una razón no determinada. Y este señor cuyo thetán está en el plano 4.1, un plano maestro, arrastra de esta misma vida engramas de insatisfacción en su niñez -porque aparte, era sumamente tímido, sumado a ello los malos tratos, sumado a ellos la sobreprotección de parte de la madre hoy hacen de él una persona infeliz incapaz de confiar en todo el mundo, con desequilibrios emocionales- y de alguna manera es como que considero a ese thetán compañero como vosotros consideráis en el plano físico a un conocido con gran afecto que aunque no llega a ser un amigo íntimo pero si le dispensáis un gran cariño. Tengo, obviamente, la ventaja de que me permite conceptuar, orientarlo y si bien su 10% encarnado como masculino tiene distintas crisis, de alguna manera contengo a su thetán porque al identificarse mucho con su 10% encarnado, por momentos se difuma la idea de que es un rol, y puede caer presa de roles del ego el thetán y bajar al plano 3. Por eso digo que en el plano físico todo es relativo y a veces nos marcan cosas que a los ojos de los demás son mínimas, mínimas, pero hasta nuestro concepto que podemos –y esta es una frase vuestra, ¿eh?- hilar más fino, no se nos escapa el implante engrámico.

            Encarné hace mucho tiempo atrás en Aldebarán 4, en la raza de los mentos, que eran seres que tenían un gran poder mental al punto tal de poder lastimar el decodificador de aquel que lo quisiera atacar. Obviamente éramos una raza absolutamente pacífica, sí bastante solitaria. Mi nombre de esa encarnación era Marcel y sé que en una sesión anterior relaté algunos diálogos que tuve con el rol de Marcel con otros seres de Aldebarán a quien los nativos llaman cumbros.

De pequeño tuve un tremendo contraste. Mi padre se llamaba Armín, mi madre Herdonia -si queréis escribirlo, es con ‘H’ adelante, Herdonia- y de la misma manera que ella era absolutamente complaciente para conmigo llegando a ser sobreprotectora, mi padre era una persona muy estricta, demasiado estricta; religioso en el sentido de que creía en un dios de las tormentas -y es raro porque en la raza de los mentos éramos muy… cerebrales, valga la ironía, obviamente- pero quiero decir que éramos escépticos de muchas supercherías, fijáos que en la zona ecuatorial de Aldebarán se creía mucho en hechiceros, -en lo que es vuestra tierra de Sol 3 se llamarían chamanes- pensaban que había hierbas milagrosas que curaban todo cuando en realidad no es así, no es así, si bien hay hierbas sanadoras no hay panaceas en todo, ni siquiera la Energía Crística o Búdica pueden sanar lo que ya está predestinado para no perdurar y eso creo que muchos lo entendéis.

            Padre era una persona rara, una persona rara al punto de que no soportaba a madre y a mí me decía: “Marcel, tú tienes que formar tu mente porque sabemos que entre nosotros hay muchos enemigos, hay muchos seres que buscan sumar y sumar y sumar mentes para tener más poder”. Como thetán sé que existe un mundo donde hay seres mentales que pueden dominar la voluntad de uno o de varios y que suman el poder de esas mentes a su propia mente quitando la voluntad de los demás, hay seres que dominan hasta quinientos individuos de su mundo teniendo una gran potencia mental para sí mismos. Pero este no era el caso; nosotros, en Aldebarán 4, podíamos tener una mayor o menor potencia mental, podíamos lastimar y hasta llegar a quitar la vida de algún ser que quisiera agredirnos físicamente con algún arma de filo mortal pero no teníamos el poder de sumar potencia de otras mentes.

            Evidentemente, en todas las regiones del universo los decodificadores pueden funcionar bien, regular o mal y el decodificador de Armín, mi padre biológico, no funcionaba bien, él veía en mi como un futuro líder.

Había un mento solitario que tenía gran ascendencia sobre nuestra raza, era un ser muy querido, se llamaba Fondalar. Era, para que me entendáis, veinte años terrestres mayor que yo y tenía un gran poder mental, era como una leyenda entre los mentos, y cuando era niño escuchaba mucho hablar de él. Pero lo que me marcó de pequeño fue cuando madre, Herdonia, viajó al hogar de una hermana que quedaba a un día de distancia. Se llevó tantas prendas, tantos artículos como si fuera una mudanza en un carro tirado por dos hoyumans y me quede con padre, Armín.

Padre Armín me decía que el día de mañana yo iba a tener pareja y que él me iba a preparar para cómo lograr un apareamiento con esta pareja y me hacía dormir en su cama y si bien la cosa no se consumaba del todo sentía una incomodidad con su roce, con su respiración jadeante y era una incomodidad que nunca me pude quitar.

            A medida que fuí creciendo se acentuaba más en mí esa incertidumbre y ese rechazo por lo que había hecho mi padre, más aún teniendo en cuenta mi inocencia del tema. Cuando fuí adolescente mi padre tuvo lo que en vuestro mundo se llamaría un ataque cerebral y tuvo una larga agonía. No voy a ser hipócrita, no sentí una gran pena, sí sentí compasión, pero compasión desde el punto de vista de un mento hacia otro mento, de un ser encarnado hacia otro ser encarnado de lo mal que vivió su vida, incluso me cayeron lágrimas pero no lágrimas por él: lágrimas por lo que no tuve, lágrimas por lo que no me dio, lágrimas por lo que necesité, lágrimas por los engramas que me implantó.

Paradójicamente, madre falleció dos meses terrestres después de que falleciera Armín, mi padre. Cuando fallece mamá Herdonia, le abro los ojos, le miro las pupilas dilatadas, le acaricio los cabellos y le pregunto telepáticamente como si ella pudiera escucharme en cuerpo: ¿Qué has hecho de tu vida? Y después me pregunté a mí mismo: ¿Y qué podemos hacer de nuestra vida? Así fue que crecí, con muchos cuestionamientos, con unos deseos inmensos de debatir con distintas personas de distintas razas.

            Una vez me crucé con Ligor, el gran guerrero.

–Se lo saluda, Marcel.

-Se lo saluda, Ligor, permíteme hacerte una pregunta.

El guerrero me miró a los ojos haciéndome un gesto -hazla.

-¿Cuál es tu aspiración?

El silencio invadió el espacio entre nosotros.

-Yo esperaba conquistar una región, ser el más grande de los guerreros, ser un orgullo para mi padre –me respondió -no sé, de verdad no sé, porque va a llegar un momento en que mi mano y mi brazo apenas puedan sostener la espada y si no me retiro a un lugar apartado y formo una familia me buscarán para retarme a duelo y poder decir: “Yo vencí a Ligor”… a veces es que quisiera dejar todo. Había un rebelde de cabello blanco en el norte y tras una lucha extensísima lo vencí, era casi el doble de mi tamaño pero torpe, pero al día siguiente, otro tomó su lugar, y otro, y otro, o sea, es como si quisiéramos ir al océano y con una jarra, vaciarlo; el agua siempre se colma. Entonces, es como si espadeáramos contra el aire.

            Seguí camino y percibí como una voz dentro mío y veo un hombre de pequeña barba gris, de cabello claro.

-Te saludo, Fondalar –exclamo.

            -Marcel, cómo has crecido! Tú me habías visto varias veces, conocí a Armín, tu padre, tú eras muy pequeño las veces que visité la aldea. Ven conmigo, voy caminando para la zona ecuatorial. No importa las jornadas que tardemos, podemos intercambiar ideas por el camino y…

            -No, –me negué –tal vez en otro momento; tengo mucho para pensar conmigo mismo, cosas que debatir conmigo mismo.

Fondalar dijo: -Es tu derecho; pero quizá pueda ayudarte, quizá pueda orientarte.

            -No. Quiero probarme, sentir que puedo.

            -Discúlpame que emita una opinión, Marcel, pero veo en tu rostro como cierta aprensión… ¿qué te ha pasado que te ha marcado tanto?

            Cerré inmediatamente mi cortina conceptual exclamando: -Nada de importancia.

            -Creo que todo tiene importancia en la vida física -me respondió Fondalar –pero nos veremos pronto.

            Caminé dos jornadas, llegué a una aldea y cuando se enteraron que era un mento muchos me miraron con absoluta desconfianza. Le pregunté al dueño de la posada: -¿Qué sucede?

            -Han matado a una pareja en el camino. No tiene ninguna herida. Les sangraron a ambos los oídos como que alguien les hubiera explotado el cerebro por dentro y le sacaron todo su dinero.

            -¿Pensáis…?

            -No, no, no. Tú eres joven. Hay un testigo, un granjero que vio a un mento mayor, unos veinte años mayor que tú y montaba en un hoyuman de color grisáceo.

            Me quedé pensativo, con la mirada perdida...

                       Marcel

                     Tomé un refresco, comí algo muy frugal y seguí viaje.

 

            Por causalidad esa tarde me encontré con Fondalar y no pude con mi impulso y le pregunté: -¿En ese lapso que no nos vimos ha ocurrido algo que quieras contarme?

            Percibí que él tenía su cortina conceptual abierta pero no me atreví por pudor, por vergüenza, el visualizar su concepto.

            Se puso firme y me dijo: -Marcel, dime directamente lo que quieres saber.

            -Han matado a nivel mental a una pareja...

Dije eso y bajé la vista...

            -Disculpa, –no me atreví a mirarlo. Finalmente levanté la vista pensando en que vería un rostro ofendido, mortificado y lo único que vi fue una sonrisa y un gesto como de suficiencia- pero no de suficiencia egoica.
Y comentó: -Ya lo han atrapado, Marcel, se llamaba Inegueburo, lo han matado de dos flechazos de dos direcciones distintas, con dos ballestas, no se han acercado para evitar el contacto con su concepto mental. Lo revisaron y llevaba consigo joyas y dinero.

            -Disculpa, pero pensé que…

            -Está bien, es lógico, ¿por qué me habría de enojar? Te has cruzado conmigo, te han comentado que un testigo vio un mento similar a mí. Quítate esa desconfianza, Marcel, no permitas que por una situación incómoda de tu niñez todos sean medidos de la misma manera. Umbro es mundo salvaje donde hay muchas guerras, batallas, envidias, rencores, atentados pero también hay mucha gente buena, hay mucha gente que nos divierte los fines de semana en las distintas ferias, los bufones, los actores de teatro, me encanta ver eso. ¿Sabes leer?

            -Sí.

            -Bien, hay libros que te puedo recomendar. Hay imprentas en la zona ecuatorial que tienen libros con letras grandes.

            Compartí con Fondalar tres jornadas. Ambos fuimos para la zona ecuatorial y antes de llegar nos desviamos, yo cogí para el oeste y él para la zona del océano. Es cierto que el haber estado con él y el haber debatido distintas jornadas sobre cientos de temas me alivió mucho parte de esos engramas que tenía de joven, y los que le afectaron a mi parte espiritual los quise relatar ahora. A propósito: el mento Fondalar es un rol que cumplió este receptáculo que me alberga.

            Gracias por escucharme. Con vosotros, Dan-El.

 

Ir a 1ra Sesión de Arndix en Aldebarán IV