Relatos sobre Aldebarán IV
Vivencias de Amelo
Tuvo una vida en Aldebarán 4 en el
poblado de los “adivinos”. Explicó varios detalles de los tipos de vida en
diferentes regiones del planeta. Tenía la capacidad de influir mentalmente en
otros, lo que usaba para vivir tranquilo. Le temían por ello aunque él no
manipulaba, pero no le creían y estaba solo. Estuvo unos meses con una joven
estando muy enamorados, pero la familia de ella era poderosa y le rechazaban. Un
día le quemaron los ojos y le expulsaron. No volvió. Se generó muchos engramas.
Entidad:
¿Qué tal?
Interlocutor: Hola. Bueno, ya sabes que vamos a hacer una psicoauditación,
salvo que quieras hacer algún discursito muy cortito…
Entidad: No, no.
Interlocutor: Y si no, vamos directamente a la psicoauditación. La pregunta es: ¿Vamos a hacer una psicoauditación de un incidente de una vida anterior que es algo fuerte, que te está molestando...?
Entidad: Sí, sí.
Interlocutor: Bueno. Vamos entonces directamente a este incidente.
Entidad: No es en Sol 3.
Interlocutor: ¡Ah! Perfecto.
Entidad: No es en el planeta Tierra.
Interlocutor: ¿Qué es lo que te estaba molestando?
Entidad: Es una psicoauditación que esperé para
tocarla. Es en Aldebarán IV.
Interlocutor: ¡Ah!
Entidad: Sí.
Interlocutor: Interesante. Bueno, vamos a esa vida.
Entidad: Aldebarán IV que conocéis, porque es como
un mundo en una eterna edad antigua, edad media depende de qué región habites…
Interlocutor: ¿Donde existen los dracons?
Entidad: Sí, así es.
Interlocutor: Está bien. Adelante.
Entidad: Nací viejo. Es una manera de decir. Nací en
un lugar de oriente, pero no era de ojos orientales como los orientales de
Aldebarán sino que era de tez muy blanca, no albina pero tez muy blanca,
obviamente de raza similar a la humana y mis padres eran como adivinos y fui
creciendo en la casta de los Adivinos. Éramos una mezcla –si se quiere-
de nativos normales con mentos. Los mentos eran una raza de
Aldebarán que tenían poder con la mente. Tenían poderes incluso de causar daño
neuronal en otras mentes. Eran absolutamente pacíficos. Y como también eran una
raza similar a la humana podían perfectamente aparearse.
Por lo que yo tengo entendido, en nuestro pequeño
poblado nos tenían como segregados porque no teníamos el poder de los mentos;
un mento podía tranquilamente frenar a un guerrero con una gigantesca
espada causándole un tremendo dolor en su mente hasta causarle un derrame
cerebral.
Bueno. Yo no tenía este poder pero sí tenía como
cierto poder de sugestión, sí tenía como cierto poder mental, por así llamarlo.
Nos decían los Adivinos.
Pero no nos metíamos con nadie, no, trabajábamos de
lo nuestro, o sea de… porque podíamos ser un pueblo tipo nómada, de andar por
allí en carromatos, adivinar la suerte… No, no éramos así, de verdad no éramos
así. Trabajábamos de carpinteros, de herreros… Pero yo tenía como cierta
inquietud y a mí no me gustaba estar en mi poblado y los de afuera notaban que
éramos distintos a ellos porque a la edad de veinte años terrestres ya me dejaba
la barba y tenía la barba blanca, blanca casi como la nieve, las cejas blancas,
la nariz muy, muy afilada y tenía un parecido en joven a vuestro Merlín, para
que entendáis. Y hasta la ropa, una ropa holgada, enteriza… No calzaba botas,
calzaba unas sandalias atadas con cuero atrenzado y me gustaba mucho caminar, es
como que le tenía idea a los hoyumans; los hoyumans eran similares a los
caballos terrestres…
Interlocutor: Una pregunta antes de continuar: ¿Con qué época de la
Tierra lo compararía, 1500, de acá de la Tierra?, esa gente estaría…
Entidad: Sucede que Aldebarán, a diferencia de Sol 3
que ha evolucionado y ha tenido distintas épocas, cada región de Aldebarán IV…
había regiones por ejemplo en el norte, muy en el norte, en el país del frío,
había guerreros rubios, altos, corpulentos que semejaban a los vikingos
terrestres. En oriente -porque era un continente que era alargado a nivel
meridiano pero en la parte de arriba se estiraba hacia oriente, como vuestra
Siberia, que Asia se estira hacia vuestro oriente, ¿no?- y allí vivían unos
orientales con ojos alargados muy similares a vuestros habitantes de Corea, de
Japón, de China, así, ¿mmm? En el centro, que sería la parte ecuatorial, hay una
mezcla como de edad media o edad antigua y en la parte austral está casi
deshabitado. Hay otro continente al oeste que fue visitado varias veces en
barcazas y hay indígenas muy similares a los indígenas de vuestra América de
antes de Colón, o sea, para dar un pantallazo de lo que era Aldebarán.
Interlocutor: Está bien. Vayamos al tema de la psicoauditación.
Entidad: Fui creciendo y a mis treinta años ya sabía
como, de alguna manera, influir en la gente. Pero no me malentendáis, no influía
negativamente para sacar ventaja sino todo lo contrario, para que no saquen
ventaja de mí. O de repente, supón, estaba en una taberna tomando una bebida
espirituosa muy similar a vuestra cerveza y de repente venía un guerrero o dos
guerreros y se sentaban en una mesa vecina y de repente provocaban a alguien o
me miraban de mala manera a mí y si se dirigían a mí yo me dirigía educadamente
a ellos y los miraba fijamente a los ojos y tenía como cierto poder sobre su
mente y ya pasaba desapercibido, digamos conmigo no se metían. Quizás era
egoísta porque me marchaba y no evitaba luego una trifulca si esos guerreros
cortaban el cuello así con esa espada, el tema es que no se metieran conmigo.
Pero me sentía muy sólo porque muchos me temían.
Pensaban que yo manejaba la mente de los demás, que les hacía hacer lo que yo
quisiera y no era así. Yo sabía mucho de carpintería, trabajé un período largo
para un carpintero que me pagaba bien y los hijos del carpintero me odiaban,
decían que yo, al padre, lo tenía dominado mentalmente.
Y yo les decía: -No, yo soy pacífico, no domino a
nadie. Pregunten.
-¿Qué? ¿Qué nos van a contestar?
Finalmente me tuve que ir. Y en cada lugar me pasó
lo mismo. Pero como se dice en vuestra región, corrió como reguero de pólvora el
que yo fuera un dominador de mentes cuando no era así. He conversado con varios
mentos, que esos sí podían dominar la mente hasta destruirla y le digo:
-Mira, abro ante ti mi mente y cuéntale a los demás sí tú ves algo negativo en
mí”.
El mento dijo: -No, eres una persona de bien
que busca nada más estar tranquilo.
Y los habitantes de este poblado dijeron: -Ese
mento es amigo tuyo.
-¿Por qué habría de mentir?
-¿Por qué habría que no mentir?
O sea, que no había manera de convencer a los
lugareños, no había manera. En el norte hay seres que manejan el rayo, porque
verdaderamente había seres en el norte que tenían un aura tan densa y tan
electrificada, que no es que manejaran las tormentas porque eso es ficción, pero
sí podían, de alguna manera, dirigir una corriente eléctrica y hasta matar a
otro ser dirigiendo el rayo.
Trato de contar la verdad para que no se desfigure
lo que era Aldebarán; existían los dragones, pero no los dragones mitológicos
como los muestran aquí en la Tierra, eran seres que tenían un proceso estomacal
y un proceso respiratorio que procesaban y salía un vapor tan caliente que hasta
podían provocar pequeñas llamas…
Interlocutor: Pero no fuego.
Entidad: Tenían como cierto ácido que podían largar
de la nariz mezclado con su aliento y sí podían hacer una pequeña llama también.
Pero siempre hay que respetar las leyes del plano físico, o sea, todo tenía
explicación del por qué. Cualquier biólogo que pudiera hacer una autopsia de un
dragón de Aldebarán podría entender el por qué.
Vuelvo a lo mío que es verdaderamente muy penoso por
la gran soledad que sentía, una soledad tan grande porque no me podía comunicar
con nadie y la única vez que volví a mi pueblo, tanto mi padre como mi madre ya
habían desencarnado, muchos se habían desperdigado, ya no lo sentía como mi
lugar de pertenencia y en realidad no tenía lugar de pertenencia porque… a mí me
gustaba andar y caminar y conocer lugares y a veces tenía los pies con llagas
porque… Tenía como cierta idea de montar en hoyuman. Y quizás sea un engrama de
esa misma vida porque de pequeño, lo que aquí se llamaría tío, un hermano de
sangre de padre, me montó en un pequeño hoyuman, me desmontó de un brinco y
volví la cabeza contra una roca y estuve inconsciente por lo menos como diez a
quince minutos de vuestro tiempo y me quedó como un engrama de pánico por los
hoyumans en ese momento. Entonces por eso caminaba y caminaba y caminaba…
Interlocutor: Ese nombre que es, ¿caballo?, ¿es parecido al caballo?
Entidad: El hoyuman es muy, muy similar al caballo.
Interlocutor: Esta bien. Adelante.
Entidad: Y yo no tenía armas de ningún tipo, lo que
sí tenía es una especie de gorro en punta y usaba una ropa enteriza que me
cubría hasta casi los tobillos y tenía las sandalias de cuero atrenzada con el
mismo cuero pero verdaderamente había suelo muy rocoso y a veces estaba con los
pies sangrantes.
El problema vino cuando me enamoré. Me enamoré de
una joven que era de familia no pobre, era de familia bastante, bastante
poderosa y no nos querían a nosotros, a los que llamaban los Adivinos. Y
la joven se enamoró de mí y empezamos a salir. Ella se llamaba Zarkia -escrito
en vuestro idioma sería con ‘zeta’ y ‘ka’, Zarkia- y empezamos a salir, nos
veíamos en los montes, nos abrazábamos, nos besábamos… ella tenía el cabello
castaño con dos trenzas.
Me dice: -Estoy enamorada a pesar de que soy mucho
más joven que tú.
Le digo: -Pero yo parezco grande porque de joven siempre tuve el pelo blanco,
pero no, no, no…
En edad terrestre tendría treinta y dos años y ella
tendría veintidós.
Interlocutor: ¿Estamos hablando de humanos?, ¿tipo humanos?
Entidad: Sí, sí, sí... y la familia me hacía la
guerra porque decía que yo la había hechizado mentalmente para que me ame, o
sea, que lo mismo que pasaba con el carpintero, lo mismo que pasaba en todos los
lados y esta familia era muy poderosa y era amiga de un jefe de soldados.
Yo no sabía qué hacer, de verdad que no sabía qué
hacer porque me sentía tan bien, tan bien… Estuvimos meses terrestres amándonos,
con Zarkia.
Y ella me dice: -Siempre te dije que eras un lucero
para mí pero nunca supe tu nombre.
-¡Es cierto!
-¿Cómo te llamas?
Y yo le dije: -Me llamo Amelo.
Interlocutor: ¿Amelo?
Entidad: Amelo. -Es un nombre muy bonito. -Me dijo.
Y después de tanto tiempo por fin hicimos el amor con una dulzura, con una
belleza, con una calma, con parsimonia, acariciándonos… La piel de ella
contrastaba con la mía porque era una piel tersa, suave, mi piel era una piel
dura, yo me tocaba mi piel y no me gustaba ese vello grueso, ella no tenía nada
de vello y yo se lo decía.
Y ella me decía: -A mí no me gusta mi piel, a mí me
gusta la tuya.
Y a veces me decía: -Me has deslumbrado.
Y yo le decía: -¿Cómo te puedes fijar en mí? ¿Qué
has visto en mí?
-Es que me has hechizado.
-No lo digas delante de tu familia.
-No, no, no, no, no, Amelo, no me malentiendas, no
es que tú has trabajado mi mente, es una manera de hablar.
Me sentía muy mal, ella amaba a su familia, no iba a
dejar a su familia por mí. Amaba a sus hermanos, su hermano y su cuñada habían
tenido un sobrinito y lo adoraba al niño y verdaderamente era una buena joven.
El hombre era poderoso, era un gran comerciante de
la zona y yo era… nada.
Esa noche dormí en la posada y golpearon mi puerta y
la forzaron y cuando entran, antes de que yo haga nada me atan las manos y me
ponen una venda en los ojos. Los ojos sí eran como una especie de arma porque
podía de alguna manera subyugarlos a que no me hagan nada.
-¿Quiénes sois?
Después me di cuenta que me había mandado -el padre
de Zakia, Elmer-…
Interlocutor: ¿Cómo se llamaba?
Entidad: Elmer. Me ataron de los brazos atrás a un
poste, me ataron los pies, me pusieron una especie de dogal en la garganta, me
ataron también de la garganta y me sacaron la venda pero la vista me lloraba. ¡Y
en ese momento mi corazón empezó a latir muy fuerte! Hierro candente.
-No volverás a molestar a nadie.
Sentí un dolor tremendo en los ojos. Me quemaron los
ojos con hierro candente.
-No volverás a subyugar a nadie.
Perdí el conocimiento. Lo demás lo supe porque lo
calculé. Me subieron a un carro que tendría una parva similar al heno terrestre,
me tiraron atrás y un hombre que se iba para el norte, vaya a saber para qué
poblado, me llevó cientos de kilómetros al norte y al este y me tiraron en el
camino. El mismo hierro candente evitó cualquier tipo de infección si bien tuve
una altísima fiebre. Una familia me recogió, me alimentó. Por las noches
tiritaba, y eso que era verano. Y sentí que Zakia estaría sufriendo, que me
buscaría. Pero nunca me atreví a volver otra vez a ese poblado. Quizá yo no
sabía como llegar pero podría haber pagado a alguien para que me llevara pero
hubiera sido comprometer a la joven. Pero siempre me quedé con la duda de si
ella me buscó o desistió o si verdaderamente yo la había subyugado.
Interlocutor: Ahora como thetán eso lo sabes, obviamente.
Entidad: Sí. Verdaderamente había estado enamorada
de mí. Pero en ese momento me quedaron distintos engramas. Un engrama tremendo
de dolor en los ojos por haber perdido la vista, engrama de incomprensión en
todo el planeta, en todas las regiones. Una especie de rechazo por ser distinto…
Interlocutor: ¿Ese engrama puede haber traído a tu 10% dolores de cabeza
o algo así?
Entidad: Totalmente, totalmente. Nosotros, las entidades espirituales, no tenemos
sopor pero me agarró como una especie de sopor conceptual y quiero descansar de
conceptuar. De paso voy a dejar descansar a este receptáculo.
Interlocutor: Está bien.
Entidad: Hasta todo momento.
Interlocutor: Hasta luego.