Relatos sobre Aldebarán IV:
Vivencias de Ogrus
Rovanor, Thetán (Yo superior).
El Thetán habló sobre las interferencias en la
comunicación; relató una vida en Aldebarán IV, desgranando varias características del planeta. Fue
relegado por su aspecto físico, tuvo complejos y rencor hacia los demás.
Circunstancialmente, se hizo popular. Explicó su vida sentimental. Finalmente, logró evolucionar en
compañía. Habló del amor, de la bellezas físicas y espirituales, de la necesaria descarga de
los engramas, del estar atento, de los cambios de vibración y de nombres conceptuales.
(Jorge Olguín): Sesión para Javier de Buenos Aires.
(Interlocutor): Adelante...
(Thetán): Percibo… percibo muchas entidades oscuras; no son entidades crueles
del plano 2, son entidades del plano 3; pero son densas porque tienen ansiedad,
tienen ansiedad de conocimiento. El defecto que les noto, sin prejuzgarlas, es que buscan arrebatar ese
conocimiento, como aquel alumno del plano físico que en lugar
de estudiar arrebata un libro y huye con él, en lugar
de compartirlo. Es la avidez negativa de estas entidades, que si bien no son crueles como las del plano 2,
muchas de ellas tratan, incluso, de servir a otros para ascender al plano 4; el grueso, el común denominador,
actúa con inconstancia, con arrebatos, y perturba de
alguna manera mi vibración, aunque yo vibre en otro
plano, en otra sintonía.
Ocurre lo mismo que, cuando en el plano físico, un
atleta busca correr y tiene tanto viento en contra que llega casi hasta voltearlo… A tal punto la avidez de estas
entidades perjudica la comunicación con este decodificador que tan gentilmente se ha prestado.
(I): Tal vez debamos “intencionar” lo bueno que es compartir… Como buena
intención, para tratar de diluir un poco esa situación.
(T): Exactamente… He aprendido –y no sólo en esta encarnación, sino también en
encarnaciones anteriores lo hermoso que es el compartir. Sucede que la mayoría de
las veces, casi todas diría yo, cuando tenemos la posibilidad hermosa de comunicarnos con el plano
físico y traducir el concepto al lenguaje hablado, siempre
buscamos vivencias con recorridos dolorosos, para
repasarlos y de esa manera borrar esos implantes engrámicos a nivel conceptual. Pero hay muchas vidas
pasadas de gran comprensión, de ayudar, de dulcificar a otros, y de tender mano tras mano ayudando a
levantar a muchos. Como no eran pertinentes a los implantes
engrámicos, no se han tocado, pero sí: las hubo.
(I): Para que quede grabado, ¿es mi espíritu Rovanor quien está presente?
(T): Sí, así es. Quiero dar un ejemplo de lo que estoy diciendo: tuve una vida,
tuve más de una; pero quiero referirme a la que transcurrió en un mundo en donde
mucha gente, que ha encarnado en Sol III, lo ha hecho allí: Aldebarán IV. Quiero dar el testimonio de una
vida en ese mundo.
Hace cerca de un milenio encarné como Ogrus en la
región central de Aldebarán IV. En esa región no había tantos conflictos bélicos como en la región norte.
Ocurría algún que otro escarceo, pero nada más. Aldebarán IV es un planeta extraño para aquellos que nunca han
encarnado en él, porque en distintas zonas del planeta
tienen costumbres diversas y es como si vivieran en
distintas épocas. Para daros una idea: hay regiones donde se vive igual que en la edad media de Sol III;
hay regiones más oscuras donde se vive como en la edad antigua de Sol III; y algunas zonas equivalentes a lo
que es la parte ecuatorial de nuestro planeta Sol III,
donde se vive casi lindando con la edad moderna. Si
bien no hay ningún tipo de tecnicismo, hay labranza, hay pequeños poblados, hay sembradíos, hay animales
muy similares a las vacas terrestres, a las cabras terrestres, y por todo el mundo se cabalgan los
Hoyumans, que son animales muy similares a los caballos terrestres y que sirven para la batalla; en algunas
regiones muy áridas y arenosas hay unos animales muy similares a los camélidos terrestres.
Se llaman gromodans.
Mi nombre era Ogrus, no era un ser muy agraciado
físicamente; en medidas terrestres: 1,55 mts. de estatura; obeso –por mi peso de
95Kg. y 1,55 mts. considero que era obeso-;
no me veía agraciado y siempre fui despreciado por mis compañeros, por mi propia familia y por las
jóvenes.
Tenía dos trabajos: uno de ellos era laborear con
hierbas. En la zona central –lo que para vosotros en Sol III sería la región ecuatorial- había mucha gente que se
especializaba en hierbas; pero también me dedicaba al teatro. En esas regiones era muy común el teatro
callejero. Y a mí me convocaban para hacer de feo o para
hacer de ogro, como dicen aquí en Sol III, y eso
correspondía bien a mi nombre: Ogrus, aunque allí no tenía ese mismo significado. No era deforme para nada, pero
si tuviera que compararme con un personaje mítico de Sol III… lo haría con el jorobado de la iglesia de
Nuestra Señora de París, Quasimodo. Sería un Quasimodo sin joroba, pero con ese mismo complejo de inferioridad y rencor a medida que fui
creciendo.
Entonces, cuando quería estar con una persona del sexo
opuesto, iba a las tabernas populares, pagaba unas monedas, y eso me molestaba más todavía, porque cuando
salía –una vez que había hecho el acto físico-, me sentía vacío, sin amor, sin nada, con más baja estima
todavía, por haber tenido que pagar para haber tenido un
contacto físico.
Ganaba muchas más monedas trabajando en teatro los
fines de semana, en la calle popular del pueblo, que preparando las hierbas. Yo me consideraba inteligente,
no sé si sabio, pero sí me consideraba muy inteligente. Y hablando de años terrestres, desde los
doce hasta los dieciocho –en seis años- aprendí tanto o
más que mi maestro Orravio, que era un hombre que en
Sol III representaría unos cuarenta años. Orravio murió un año después por un problema pulmonar y yo
–con mis 19 años- era el único en el poblado que sabía preparar las hierbas, pero sin pena ni gloria… Y
seguía los fines de semana exhibiéndome como monstruo de
feria en el teatro, haciendo tonterías y riéndome,
aunque por dentro sufría tremendamente.
Había una joven, Nara, que no era muy bonita. Estaba
en el teatro por lo mismo que estaba yo, porque era una rareza… rareza para la gente que sólo veía lo externo.
Para mí era bella, no tenía ningún defecto, pero medía –en medidas terrestres- 1,35 / 1,40mts., y los hombres
allí buscaban mujeres altas, corpulentas, en lo posible
con muchas carnes, porque ése era el gusto de ellos.
Creí que cambió mi suerte a los veintiún años, cuando
una señora de otro poblado tenía un dolor muy fuerte en el costado derecho –yo supuse que sería un problema
hepático- y le di unas hierbas en infusión. Se quedó una semana en nuestro poblado, y salió absolutamente
reestablecida; pero como ella tenía conocidos muy
importantes, se difundió la noticia y en menos de un
mes, hablando de medidas terrestres de tiempo, ya era conocido en toda la comarca… Ogrus, Ogrus, Ogrus y sus
hierbas.
Una joven más alta que yo, de cabellos claritos como
el color de los camélidos, que siempre me había despreciado, se me acercó y yo, cegado tal vez por su
hermosura, acepté sus halagos y logré lo que pensé que no había logrado nadie: logré besarla; con el tiempo
intimamos y ella decía que me amaba. Yo sentía que mi estima rebosaba a punto de explotar, pero a veces, por
las noches, pensaba: ¿Por qué se acercó ahora y no antes? Me di cuenta de que le gustaban las telas que
traían de una región del sur, donde eran expertos en telas para vestirse. Le gustaban las telas de colores y
claro, yo ahora tenía una pequeña fortuna y le podía comprar las telas, hasta que razoné que no me amaba. Ella
buscaba, simplemente, ser servida.
Así llegué a una conclusión, en ese rol de Ogrus, a la
que supongo habrán llegado los grandes Maestros en este presente, mil años después: yo no estaba siendo
servidor de esa mujer, yo estaba siendo servil; y el servilismo no es servicio, es dejarse usar para
mantener, para retener lo que uno quiere, falsamente. Eso no es
digno, y donde no hay dignidad no hay amor.
Y me sentí bien, porque me di cuenta de que yo tampoco
la amaba; el mismo capricho que ella sentía por las telas de colores, yo lo sentía por ella. No fue por
orgullo ni por ego, pero corté la relación. Me imploró horas, días, hasta que finalmente se mostró como era: “Eres
bueno para nada, eres un figurín, nadie se podría fijar en ti; mírate en el arroyo, eres detestable. Si no fuera
por lo que me has comprado, jamás hubiese permitido que mi piel tocara la tuya; las veces que me habré bañado
en el arroyo luego de estar contigo, sacándome tu olor…” Pero yo no me ofendía, porque ella ya no tenía
poder sobre mí, ni para bien ni para mal. Mucha gente es presa de las ofensas y se ofende, y la gran
mayoría es presa de los halagos, lo que es más peligroso.
No caí presa de sus halagos porque yo me conocía bien.
Mi autoestima no bajó porque estaba seguro de que yo tenía algo dentro; que había creado fórmulas con
las hierbas para sanar gente; había perfeccionado recetas del viejo maestro fallecido.
Cuando volví a mi vieja casa, estaba Nara esperándome.
En ese momento me atrapó un ramalazo de ego y le dije:
- ¿Tú, qué quieres de mí?
Me respondió:
- Verte, escucharte, dialogar. No preciso nada
material, porque me siento plena: tengo lo que quiero, tengo vida, le regalo consejos a la gente. Si bien soy
huérfana, cultivo muchas amistades que me respetan. Nunca tuve la experiencia de conocer un hombre, pero sí tuve
experiencias de conocer muchas almas.
- ¿Y cómo es la mía?
- Lastimada… pero cicatrizando; por primera vez se
está sacando la venda y permite que tú te saques la venda y veas de verdad a las personas, cómo ellas son por
dentro y no por fuera.
En ese momento vi a Nara que brillaba, su dulzura, su
mansedumbre; pero no mansedumbre de sacrificio sino mansedumbre de bondad, de armonía, no de resignación.
Porque los que son mansos por resignados, nunca van a recorrer el camino.
Se puede mezclar mansedumbre con astucia para lograr
objetivos; obviamente, sin herir a terceros, sin cometer actos hostiles.
Crecí mucho en compañía de Nara. Para lo que era esa
época y para el poco conocimiento de la tecnología –
casi inexistente en Aldebarán IV-, vivimos mucho y
plenamente. Ella aprendió el tema de las hierbas; tuvimos dos hijos, los dos varones, que siguieron el
mismo tema; ambos espirituales. Nara y yo desencarnamos con un año de diferencia. Yo le llevaba
un año; los dos desencarnamos a los cincuenta y cinco años en las medidas terrestres. Y cuando
desencarnamos, con un año de diferencia, nos encontramos nuevamente como espíritus plenos, en el universo
suprafísico. Teníamos una vibración tan hermosa ambos, que solamente con contactarnos sentíamos un placer tan
grande… Lógicamente, era otro tipo de amor, ya no era amor personal. Si bien nuestro amor personal en
Aldebarán IV había sido elevado, porque nos dábamos, no nos quitábamos, como ocurre con otros amores
personales que percibo en este mundo Sol III. Aquí hay amores personales dominantes; amores personales que
compiten; amores personales que se quitan; amores personales que se reprochan; amores personales que se
mal celan; amores personales que se echan en cara cosas; amores personales que se engañan; amores
personales que se prometen pasión y al día siguiente hay
absoluta indiferencia, gélida indiferencia,
insoportable indiferencia… Nuestro amor personal era casi impersonal, pero teníamos el deseo, teníamos la
atracción, éramos seres físicos. Ella nunca me vio feo…
¿Fealdad, belleza?… Son conceptos.
En otros mundos, donde los seres no son antropomorfos
–porque si bien en Aldebarán IV hay diferencia de especies, predomina un ser que es absolutamente
similar al Homo Sapiens de Sol III-, también hay hombres alados, seres que tienen una gran energía y desprenden
como rayos eléctricos. También hay seres mentales: los mentos… que llegan a tener una electricidad tan
grande en sus neuronas que pueden causar dolor en la mente del otro.
Hay mundos en donde los seres que predominan son tipo
insectos o seres marinos; también los hay donde predominó la vida vegetal o donde predominaron los
saurios. Estos seres tienen otro concepto de belleza; así, ellos podrían ver al ser más apuesto de Sol III y les
causaría repugnancia. Está bien que sea así.
En cambio, los seres insectos, los seres vegetales,
los seres marinos, los distintos tipos de grises, los mentos, los alados, tenemos el mismo tipo de espíritu. Si APRENDEMOS A VER ESO, que es lo interno, vamos a captar otro tipo de belleza que es la que va a
perdurar, que es la importante.
Hay muchos seres aquí, en Sol III, que saben captar
ese tipo de belleza; lo que pasa es que a veces están tan metidos en sus propios problemas, que no captan nada,
que se vuelven ciegos, sordos, y andan deambulando con la vista fija en la nada, en el vacío; atropellan
al otro y no lo perciben… Es una pena que así sea.
Tuve muchos engramas implantados. Me sentía
absolutamente despreciado; con un rencor tremendo por la gente; con odio; con un gran desprecio por los demás;
con ganas de hacer daño. Y cuando tenía alguna intimidad con las chicas de la posada, que por un par
de monedas se abrazaban a mí, me iba no solo vacío espiritualmente sino con un rencor tremendo por MÍ y
por ellas, pero por MÍ también. Como no podía dominar mis impulsos….
(I): De todos modos este relato hace que se produzca una descarga ¿no? de todas
esas…
(T): Absolutamente… Pero la descarga se produce con este repaso que estoy
haciendo, porque si bien en el mayor porcentaje de vida que tuve –desde los veintidós
a los cincuenta y cinco años en medidas terrestres- fui otra persona –querido, respetado, y recíprocamente yo
quería, respetaba y ayudamos a cientos de personas tanto Nara como yo en esa encarnación-, aquello había
quedado grabado en mi interior, en lo más profundo de mi ser: lo que llamáis engramas.
Aunque después vibramos en luz, aunque encontré al
espíritu de Nara y nos tocábamos, nos percibíamos a nivel vibracional, el engrama había quedado grabado en
el nivel conceptual, muy profundo, muy inconsciente.
Porque llegué a ser feliz en muchas encarnaciones y
ese engrama no asomó. Pero como dicen otros thetanes que percibo, hay un núcleo que es como el grueso de la
cebolla, que tiene varias capas que se van sacando; y si bien no tengo roles del ego en este momento, quería
repasar ese engrama… un engrama que me podría
volver desconfiado, reticente con cierta gente; que me
impediría entregarme abiertamente, plenamente; y me haría estar como en guardia, como alerta, por temor a
un prejuicio.
Esto no significa que ahora, borrando con un repaso
todo implante conceptual y físico, me entregue ciegamente a todos, porque sé que hay mucha gente que
comete actos hostiles. Siempre tenemos que estar alertas y cuidarnos, porque cuidándonos nosotros
podemos cuidar a los seres que nos rodean también; es lógico eso y no tiene nada de egoico. Al desactivar
por completo y erradicar ese engrama, ya no molesta y hay como un cierto relax, ya no hay tanta… uno no está tan
irritado, tan alerta, tan desgastado por pensar de dónde vendrá el daño…
Porque estar atento es simple. El ser encarnado se
acostumbra, si verdaderamente quiere recorrer el camino hacia la luz, a estar ATENTO. Y como dicen muchos
Maestros de luz, el estar atento llega a ser una costumbre tan plena, que después uno no se da cuenta…
Es como –en el plano físico- respirar. Uno está atento permanentemente a su conducta, al punto tal que
cuando algo negativo quiere surgir, al tener una atención ya incorporada, automáticamente uno sujeta
ese discontinuo de conducta.
(I): A eso apunto, justamente: a estar alerta, atento a todos los roles del ego
que puedan aparecer… Una de ellas es lo que tocamos al principio, el tema
de los nombres. Rovanor surgió como nombre en la sesión pasada del mes de julio, cuando en una anterior
–en setiembre, justamente hace un año, en setiembre de 2006- había surgido Parciafel. Después se aclaró
sobre los aspectos vibracionales del nombre, pero quería saber si habría algo para agregar, para aclarar…
(T): A medida que vamos cambiando de vibración, las
distintas entidades espirituales nos reconocen, porque la vibración básica es lo que somos: somos un
espíritu. Pero hay una vibración externa, las capas exteriores, por así llamarlas, que van cambiando a medida que
vamos variando de plano, y entonces nos damos a conocer
de una manera -Rovanor, Parciafel- a medida que
cambiamos. Me permite este receptáculo –Jorge Olguín-, leer su propio concepto, y lo voy a traducir a
lenguaje hablado…
Nosotros, como entidades espirituales –ya sea espíritu
puro o thetanes a 90%-, debemos corregir ello, porque vosotros no captáis nuestra vibración, y si cada vez
que alteramos nuestra vibración nos damos a conocer con un nombre distinto, para vosotros resulta muy confuso.
Por eso yo, por mi parte (no puedo hablar por otras
entidades maestras), reconozco que es un error nuestro
al hacer la transferencia, porque el médium, con su decodificador, decodifica como nosotros le
transmitimos. Entonces el error es nuestro: según cómo vibramos, es como nos llamamos.
(I): Está bien… está bien salvar el error y tenerlo en cuenta para posibles
nombres diferentes de aquí en adelante.
(T): Así es. Hasta todo momento.