Tethán:
-Estoy aquí
comunicado con el plano físico.
Thetán: -Hay muchas vivencias
de vidas anteriores que rememoro como incómodas...
Thetán: -Sí, me refiero a vidas incómodas porque todos hemos tenido vivencias negativas y también hemos cometido actos hostiles.
Interlocutor: -¿Tú has cometido actos hostiles?
Thetán: -Los actos hostiles no son solo por actuación, sino también por omisión, por dejarnos
estar, por ser permisivos
con el mal...
A pesar de estar rotando
mucho más lejos de su estrella, que es mucho más grande que la vuestra, Umbro es uno de los planetas más similares a
Sol III, no solo en su geografía,
sino también en su gente, que viven
batallando unos contra otros sin entender de
que el planeta es limitadísimo
en extensión, al punto tal que hoy, con una de vuestros
aparatos voladores podéis
viajar
de una región
completamente calurosa a un lugar donde está cayendo la nieve
en 12 de vuestras horas; pero todavía la
mayoría de los seres encarnados no toma conciencia de lo limitado y pequeño que
es Sol III
y sin embargo, muchos espíritus compiten para encarnar en él, es
como que esa diversidad los atrae.
Lo mismo sucede en
Aldebarán IV, donde encarné en dos oportunidades. Tiene
decenas de regiones distintas; regiones de nieve, regiones
montañosas, regiones
boscosas cálidas, regiones boscosas no tan cálidas con coníferas, selvas
tropicales, pantanos, ríos,
arroyos, desiertos, zonas de tormentas.
Interlocutor: -¿Son todos Homo Sapiens?
Thetán: -Los habitantes de Umbro son tan diversos... están los hombres alados; los hombres petros; los veltor, que se alimentan de sangre y carne cruda. Vosotros los confundiríais con los míticos vampiros de Sol III. Están los hombres del norte, que miden cerca de dos metros; los anfibios, que rara vez interactúan con los de "fuera del agua", como nos denominan ellos.
Interlocutor: -¿Hay especies animales?
Thetán: -Muchísima variedad. Los gromodans, una raza de camélidos;
los sunyas, similares a
vuestros burros; los hoyumans, iguales a vuestros
caballos; los úrsidos,
que
son como vuestros osos; hay distintas bestias marinas. También están los famosos
dracons,
que son muy similares a los
míticos
dragones terrestres.
Interlocutor: ¿Lanzan fuego por la boca?
Thetán: -No, no lanzan fuego. Tienen un aparato pulmonar paralelo donde lanzan una especie de vapor muy caliente, con un ácido que puede llegar a quemar el rostro o el cuerpo de quienes ataquen.
Interlocutor: ¿Más razas humanas?
Thetán: -Sí, con distintos dones o poderes, como te guste más... no solo hay
hombres con distinto color de piel, también hay hombres con terminales nerviosas
que llegan a despedir descargas eléctricas con sus manos, como
Store,
Rayeno, Ligor, Storm y otros,
que no
solamente absorben el poder del rayo,
sino que a su vez lo manipulan.
Los
mentos,
seres que directamente pueden
influenciar el aparato neuronal de otras personas y
dominarlas, mas por
fortuna, la mayoría son seres pacíficos que evitan todo tipo de conflictos.
Los samurais,
expertos en el manejo del sable, que viven en la región oriental.
Interlocutor: ¿Hay más continentes?
Thetán: -Sí, pero los más importantes son dos: el continente Oeste, donde viven
tres tipos de indígenas. Los del Sur, que son similares a los neardentales
extintos de Sol III; los de la zona central, similares a vuestros indígenas
americanos; y los del Norte, de rostro grisáseo, abundante barba y de muy mal
genio. Estos últimos siempre buscan invadir a los otros.
El otro continente es el Este, donde está el grueso de la población de Umbro.
Yo encarné en
ese continente, en una región desértica llamada Gobian, mi nombre era Amed-dan,
pero
me
conocían como Amed.
Era de cabello pelirrojo con un uniforme
oscuro.
Era el
uniforme que usaban los
nómades en el desierto de Gobian.
En Gobian se cabalgaba mucho en
los gromodans que eran un
poco
más
corpulentos que los
camellos
de Sol III
y con una lengua enorme.
Se
alimentaban
de
todo tipo de
vegetales.
Interlocutor: -¿Cómo fue tu niñez?
Thetán: -Mi familia era nómade. Nunca estábamos más de diez amaneceres en un lugar. Jugaba en mi mente a ser soldado, ya que casi no había chicos de mi edad.
Interlocutor: -¿Estabas adaptado al clima cálido?
Thetán: -No es tan así. Había épocas donde la temperatura bajaba y debíamos abrigarnos.
Interlocutor: -Dijiste que no tenías amigos de tu edad...
Thetán: -Tenía una cría de Gromodan que era mi compañero. Lo montaba y lo hacía
correr por la arena. A veces se frenaba de golpe y mi cuerpo salía disparado
hacia adelante. Mi madre me retaba, pues volvía a la tienda todo sucio.
Interlocutor: -O sea que fuiste creciendo como un joven solitario.
Thetán: -Se podría decir que sí... aunque no siempre...
Interlocutor: -¿Por qué?
Thetán: -Ya siendo un poco más grande, cuidaba más mi aseo. Elegía mi mejor ropa y me iba al poblado más cercano.
Interlocutor: ¿Y hacías amistades allí?
Thetán: -¡No! Iba a tomar algo a la posada... y a tratar de conquistar a alguna
posadera.
Interlocutor: -¿Y tenías éxito?
Thetán: -¡Por supuesto!- hubo una pausa -Bueno, no siempre, jejé!
Interlocutor: -¿Has participado de aventuras significativas?
Thetán: -Sí, pero ya de grande...
Interlocutor: -¿Me cuentas...?
Thetán: -Te relataré una de ellas. Te había comentado que en el norte del continente Oeste había una raza que buscaba expandirse a costa de quitar territorios a los demás indígenas.
Interlocutor: -Sí...
Thetán: -Bajaban con sus grandes cabalgaduras, sometiendo a otras tribus indígenas. Estos grisáseos se apoderaban de las mujeres y se llevaban los animales, incendiando luego las chozas de esta gente y dejando esparcidos decenas de cadáveres.
Interlocutor: -¿Entendí bien? ¿Eso pasaba en el continente Oeste?
Thetán: -Claro, es lo que te comenté...
Interlocutor: -¿Y cómo llegó la noticia a vuestra región?
Thetán: -Los indígenas no tenían barcos como los nuestros, pero se ingeniaban para hacer embarcaciones impulsadas a remo.
Interlocutor: -Ajá...
Thetán: -Y una embarcación llegó al continente Este, cerca de la zona montañosa.
Interlocutor: -¿Y cómo llegas tú a participar en esa aventura?
Thetán: -Muchísimos amaneceres antes, cabalgando a lomo de mi gromodan, me encontré con el guerrero Ligor, quien había recibido a los indígenas. Ellos le contaron lo que pasaba... los saqueos, las muertes.
Interlocutor: -Obviamente vinieron en busca de ayuda.
Thetán: -Así es. Las hordas de los grisáseos estaban comandadas por Ramadar, un ser gigantesco que mediría cerca de dos metros y diez centímetros en medidas de Sol III. Y pesaba cerca de ciento cuarenta kilos.
Interlocutor: ¡Impresionante!
Thetán: -Solamente su hacha de piedra pesaba el doble que cualquiera de nuestras
espadas...
Ligor tranquilizó a los indígenas. Llamó a varios voluntarios y trajeron varias
naves a vela.
Me ofrecí a ir con ellos...
Interlocutor: -Pero tú no eras guerrero...
Thetán: -Y Ligor me lo hizo notar... pero le comenté que era muy bueno elaborando comida, que sabía preparar refrescos de frutas, que podía limpiar la cubierta del barco...
Interlocutor: -Y por eso te llevó...
Thetán: No, no fue por eso. Él sabía que yo era experto en hierbas y raíces. Que conocía plantas que eran medicinales y que podía usarlas en el largo viaje que nos esperaba.
Interlocutor: -Entiendo...
Thetán: -No siempre estuve en el desierto de Gobian. Muchas veces estaba varios amaneceres en la costa marina y les daba jugo de hierbas a quienes estaban largos meses en el mar pescando. También conocía una planta cuya raíz hacia bien a la parte intestinal y curaba de la diarrea a quienes viajaban en las embarcaciones; me hice un experto en todo lo que fuera plantas medicinales y eso Ligor lo valoró. Por eso fui en una de las embarcaciones a un continente que para mí era desconocido.
Interlocutor: -¿Estabas nervioso?
Thetán: -No, para nada.
Estaba tranquilo,
sabía que no iba a
combatir. Yo era como el médico de la expedición.
Mi único problema era el mareo producido por el movimiento de la embarcación,
pero con un zumo de hierbas estuve bien.
Interlocutor: -Y no era solo la aventura... habías conocido a Ligor.
Thetán: -No, a Ligor ya lo había
visto un par de veces. Una de ellas me salvó de morir en manos de dos asaltantes
de caminos. Él me decía: -Amed, estoy
satisfecho de que vengas con
nosotros porque en algunas
oportunidades se ha mermado la cantidad de
tripulantes con la
capacidad de luchar por problemas intestinales
o por diversas fiebres al cambiar
de región,
y con tus conocimientos eso no va a ocurrir ahora.
Aparte, tenía unas
hierbas tranquilizantes
muy útiles que mezcladas con las
antinauseosas, las utilizábamos para los animales,
porque entre distintas embarcaciones llevábamos
más de veinte hoyumans y les
poníamos las hierbas en el agua
para evitar que las cabalgaduras vomiten en el
viaje.
¡¡El mar estaba embravecido!!
Finalmente después de
largos días de travesía llegamos al
otro continente, pero justo nuestra nave había chocado con unas rocas y tenía un
enorme agujero en uno de los costados. Había que llevarla a tierra para
repararla. El hecho de ser más pequeña que las otras embarcaciones obraba a
favor nuestrto para poer moverla...
Cuando bajé de la embarcación me quedé sorprendido, pues ví un paisaje hermoso donde abundaban las coníferas. Armamos unos maderos y por medio de una cuerdas, arrastramos la nave hasta dejarla junto a unos árboles.
Y ya empecé como a tener
determinada aprensión; se fueron centenares de hombres, la cuarta parte en la
cabalgadura que había y las tres cuartas partes a pie recorriendo el áspero
terreno para tratar de frenar al egoico conquistador.
Quedamos cincuenta
hombres cuidando las naves.
Cinco de ellos reparando la nuestra. Yo aprovechaba mi tiempo investigando las nuevas
plantas que había en ese territorio al cual era la primera vez que iba y me
interné entre el follaje.
Descubrí entusiasmado decenas de plantas nuevas que ponía en
los enormes cestos que llevaba conmigo.
Se
me pasó el tiempo, ensimismado en mi tarea, cuando de repente escuché
gritos... me asomé disimuladamente en la altura, había un promontorio que tenía
cerca de setenta metros por sobre el nivel de las aguas y ví que una
fracción de la tribu de los nórdicos estaban atacando a los cincuenta hombres
que quedaban con las naves; temblando de pánico me escondí en la espesura y
analíticamente razonaba: -No gano nada con ir porque
voy a car como los demás bajo las
espadas nórdicas; y
veía que no solo atacaban a los hombres, sino que también lanzaban flechas
incendiarias contra nuestras naves.
Quería ir a avisarle
a Ligor y los suyos pero no sabía para donde ir.
Me perdería... me encogí hecho un
ovillo porque no sabía que
rumbo tomar, no sabía qué hacer. Por un lado tenía
miedo de acercarme; por el otro, pensaba que va a
decir Ligor cuando vuelva.
Pudo más mi voluntad y en ese momento
salí hacia el oeste y cuando me sentí
bastante seguro enfile para el norte. Me encontré
con el lugarteniente de
Ligor llamado Kordial (se
escriube con letra K), y le
comento que estaban atacando a las naves que quedaron.
Ligor y
el resto de sus
hombres me agradecieron y les digo que no
me lo merecía,
pues había perdido
bastante tiempo
acurrucado, temblando;
Ligor
me golpeó en la mejilla suavemente
(suavemente para él),
diciendo: -Tú solo eres nuestro médico, has hecho lo correcto... de todas maneras
varias de nuestras naves fueron escondidas en otra bahía más
al sur y no las van a encontrar, así que tenemos como regresar a nuestra región de
origen. Ligor volvió con
sus hombres a combatir a esa avanzada de los de
cabello mortecino blanco; ya habían terminado con casi todos los que quedaron a
cuidado de las naves.
Una lluvia de flechas
cayó y quedé sorprendido
que en un lapso menor a doce minutos terrestres, Ligor
acabó con esa avanzada del norte, y me dijo:
-Gracias a tí
no perdimos
los alimentos y
muchas de las cosas que necesitamos. Pero yo me
sentía mal porque si hubiera partido
enseguida se hubieran salvado muchas más vidas. Me quedé con ese complejo de
culpa, a pesar de que Ligor estaba completamente satisfecho con mi proceder.
En
realidad, no había sido criado como guerrero.
No
logró Ligor vencer a ese grandísimo tirano, pero
sí pudo causarle muchas
bajas. Consiguió que se retiraran para el norte y dejaran a las tribus indígenas a
salvo. Estuvimos casi tres meses y medio terrestres
en ese continente. Ligor
les enseño tácticas de
lucha para que por lo menos supiesen defenderse de los del norte.
Les
mostró cómo
preparar
trampas, les enseñó a armar unas armas parecidas a las ballestas, les
explicó que debían
avisarse unos a otros y les
pidió que dejen siempre vigías adelante.
Les
dijo cómo fabricar los cuernos
de aviso que se escuchan a kilómetros
terrestres de distancia.
La labor
de
Ligor en esa zona del
continente oeste
fue noble. Y bueno... yo compensé
mi
torpeza
y mi
pánico
iniciales, enseñándoles a
los indígenas a
preparar hierbas medicinales; a su vez
yo aprendí de los ancianos a quienes ellos llamaban hechiceros,
a a preparar otro tipo de hierbas... hierbas donde uno
pierde la noción de la realidad, donde
la mente deja de tener lucidez.
Ese tipo de hierbas no
se conseguían
en nuestro continente
y me he
llevado cientos de semillas para plantar cerca del desierto de Gobian.
Me siento mucho más tranquilo ahora que he hablado de este tema, no deseo testimoniar más, yo mismo mientras iba repasando todo eso sentía que descargaba tremendamente y me ha hecho mucho bien, de verdad me ha hecho mucho bien.
Hasta todo
momento.
-Olguín: tengo el estómago
como con una sensación de nervios, noto como muy vivido el relato, porque
mientras tu tethán relataba, yo Jorge, visualizaba todo. Noto como que me
trasmitía la visión de todo lo que estaba vivenciando él, sentía la angustia,
sentía el pánico, digamos que mi plexo más sensible es el del plexo solar, este
chacra es el que absorbió
una gran ansiedad…
me quedo conforme con lo que dijo a lo
último, de
que se sentía más tranquilo; se sentía como con complejo de culpa por haberse
quedado escondido, por un lado se justificaba diciendo:
-¿Para que voy a ir si no
los voy a encontrar?- y a lo
último, como vio que era demasiado el ataque que
estaban recibiendo los que estaban en la playa,
se decidió y
fue... y tuvo la suerte
de encontrarlos.
Pero
él pensaba que iban a reprenderlo y al contrario, fue
felicitado por Ligor, quien le dijo que hizo bien en avisarles
y que no tenía
obligación de otra cosa.
pero igual se sentía como con complejo de culpa y eso es lo que
había implantado en tu tethán los engramas
conceptuales.
-Consultante: ¿Eso
habrá pasado hace muchísimo tiempo?
-Olguín: Sí, sí. Él mencionó a Ligor y estamos hablando de siglos atrás. He hecho otras canalizaciones de Aldebarán de esa época. Lo bueno es que si llega a erradicar ese engrama tu tethán en forma definitiva, estamos hablando de un engrama de muchso siglos atrás... un engrama de desamparo hacia el otro, como que se sentía inútil, como que podía hacer más y no lo hizo... pero después el mismo tethán razonó que sí fue útil, porque hizo otras cosas que fueron útiles para los indígenas. Además, entendió que si él no era guerrero, para que se iba a dejar matar si podía ser mas útil curando con las hierbas que sabía preparar y su misión sería tan o más importante que la de los guerreros. Si tu tethán lo razona así, se tiene que sentir contento de su utilidad, de lo contrario, el tethán le va seguir trasmitiendo a cada diez por ciento de cada encarnación el engrama de autoestima, porque se sintió inútil en esa vida. Ahora, después de haberlo expresado, se dio cuenta de que tuvo un rol relevante... y no solamente con las personas, sino también con los animales, sanándolos con esas hierbas, porque atendió a los hoyuman curando sus heridas y preparándoles un brebaje para la parte estomacal e intestinal, y encima pudo llevarse plantas que no conocía en su región.
-Consultante: Bueno, es me deja satisfecho...
-Olguin: Otra cosa que no tiene que ver con tu tethán, sino en general... yo siempre me pregunté: -Conozco a docenas de personas que estuvieron encarnadas en algún momento en Aldebarán y los relatos de las sesiones me muestran la gran diversidad de especies de ese mundo.
-Consultante:
¿Homo Sapiens
hay?
-Olguín: Sí, sí... Amed era Homo Sapiens. Los indígenas eran más parecidos a los Neardentales de Sol III. También están hombres alados, hombres que lanzan descargas eléctricas como Ligor, hombres que tienen un poder mental tan grande que pueden dañar la mente de otros y se hacen llamar Mentos.
-Consultante: ¿En esta
época habrán avanzado algo?
-Olguín:
Siempre
me han preguntado distintos consultantes como sería Aldebarán
IV
en estos días.
Sé que hay planetas que van evolucionando muy, muy lentamente.
Umbro es un mundo que me satisface enormemente... al menos en una oportunidad yo he
encarnado allí como un
Mento llamado Fondalar...