Relatos sobre Aldebarán IV


3ra Parte:

Dicen que un guerrero se conoce por lo que cuentan de él y entiendo que todo es apariencia, en Umbro no era conocido por haber salvado a una plebeya en la zona Central o por haber defendido a una posadera de un grupo de mercenarios, no, no era conocido por ello, sino por haber rescatado de las garras de Borius a una princesa. Sentí un afecto impersonal por Samya, quien me había recompensado cuando la rescaté. Su padre, el Rey, me había dado la Orden de Plata Mayor, una medalla en forma de cruz. Ese afecto impersonal no me impedía comprender que la princesa Samya como la plebeya de la zona Central, como la posadera de la zona Oriental tenían el mismo mérito, eran mujeres, sufrían su destino, cada cual con sus vivencias, no niego que yo tampoco era inmune a las apariencias, pero le daba valor a todas las vidas por igual , si alguna horda saqueaba alguna duda, iba a defender la aldea, no porque valorase más la vida de los aldeanos, sino porque entendía que eran pacíficos, que no se metían con nadie y que trabajaban desde el amanecer hasta más allá del atardecer por unos pocos metales.

Todavía recordaba el rescate de la princesa cuando tiempo después Samya me hizo llegar una invitación para hacerme conocer su palacio. Yo todavía pensaba en su doncella, aquella joven que me había deslumbrado, y fui con mis mejores ropas, no penséis en ningún ropaje de gala por lo menos estaba vestido por completo con una ropa de cuero. Llegué con mi cabalgadura, tomaron de las riendas mi hoyuman y lo llevaron a una cuadra. Recorrí con la princesa todo el palacio y me presentó a su doncella, supe que se llamaba Nuria. La princesa sabiendo o  presintiendo mi interés por ella nos dejó a solas. Hablé con Nuria de varios temas, mientras hablaba no dejaba de admirar la belleza de su rostro, que tanto me había impactado. Nuria también me miraba fijamente y uno quedaba prendado de sus ojos...



¿Al fin y al cabo qué es el amor? Siempre fui guerrero, no soy alguien que sepa analizar los sentimientos, sé que me atraía, pero mas allá de una pasión momentánea que podía encontrar en la zona ecuatorial con cualquier posadera, no. Por supuesto que me atraía físicamente, pero, me sentía extraño mi vista iba más allá de sus ojos, de su boca, de su rostro ovalado, de su nariz recta, de su cabello cobrizo, no, iba más allá.

Ella me preguntó sobre mis aventuras. Le conté lo que podía contar. Y mientras conversábamos la recorría con la mirada. Tenía los ojos marrones con destellos verdosos, delgada, un cabello castaño claro...  parecía torpe porque no podía disimular cuanto me gustaba...    Su nariz, su boca tan perfecta de color rojo, sus labios... sentía como un cosquilleo de rayos por todo el cuerpo. Samya interrumpió la charla y me dijo que pasara a la sala. Íbamos caminando y la princesa fue llamada por el padre. Otra vez me quedé a solas con la doncella y ella me dijo repentinamente:

-Pon las dos manos al frente-Titubee-¡Ponlas!

Entonces puse mis manos al frente, con los dedos extendidos .Ella intentó poner sus dedos sobre los míos, yo retrocedí y le dije:

-¡Cuidado, cuidado con mi energía!

Ella me respondió sonriendo:

- No te preocupes.

Apoyó con firmeza sus manos más pequeñas sobre las mías y juntamos izquierda con derecha y derecha con izquierda, en ese momento se produjo una especie de, de relámpago y me dijo:

 -¡Yo también tengo la energía que tienes tú!

Mi cara era una expresión de sorpresa total, había sentido a nivel piel una diferencia de potencial eléctrico, verdaderamente había sentido una especie de shock cuando junté mis manos con las de Nuria. Estaba sorprendido, las energías de ambos habían sido tan fuertes, tan fuertes... que estoy exhausto solamente de contarlo, de rememorarlo, de revivirlo, y de sentirlo de nuevo a nivel conceptual. 

Le dije en ese momento a Nuria que nunca me había pasado algo así. Sonrío y me dijo:

 -¿Lo de la electricidad entre ambos?

 -No, lo del sentimiento que se está formando en mí.

 Me puso la mano en mi boca y me explicó que no podía haber futuro entre ambos...

 Existía en Umbro un voto de castidad para las damas de compañía de la Corte, ya que solamente las jóvenes castas podían acompañar a las princesas...

Se formó como un vacío dentro mío, como que la vida no era justa, había tenido cien aventuras, no solamente en batallas, sino con alguna dama en alguna posada en algún camino perdido y cuando encontraba a la persona que podía formar parte de mi vida, tenía un voto de castidad.

La princesa Samya regresó y fuimos a la sala. Me excusé de almorzar y luego de saludar a los reyes me marché.

No, no tengo ánimo de explicar las idas y las vueltas del porqué de esas costumbres sobre la castidad, del porqué no, del porqué si... solo sé que me encontraba en un camino y mientras meditaba subía a las altas montañas y lanzaba rayos contra las rocas para descargar mi impotencia, pero claro, no servía de nada... no podía modificar nada... eran costumbres, eran creencias... y obviamente yo no podía obligarla a que rompiera sus votos...

Hay un dicho popular que dice debía dar vuelta la página...

        


Cuando recorres mentalmente tu vida, rememoras escenas de pequeño, tus padres, tu familia, y daría la impresión que cuando mayor eres, más rápido pasa el tiempo, me sentía joven, pero ya no era un adolescente, es como que el cuerpo me pesara más, cuando pasan cientos de amaneceres y tu sigues sin encontrar el amor, todo te pesa más, el guerrero Ligor, ya me había convertido en una leyenda en todo Umbro, no solo por las batallas ganadas, sino también por haber llegado a otro continente y conquistado otras tierras. Pero como decís vosotros “El tiempo es tirano para todos”.

 Y quizás ya mis reflejos no eran los mismos. Recuerdo que estaba en una posada en la zona norte, tomando una bebida espumante, cuando entró el gigantesco Kazán y se sentó a otra mesa, pidiendo un trago similar al licor.

 La posadera, atemorizada por el aspecto feroz del sujeto, le volcó sin querer parte de la bebida y Kazán la golpeó ferozmente, dejándola casi inconsciente. Me levanté e impulsivamente o quizás tontamente,  le di un golpe en el rostro. Ni se inmutó... me miró con gesto burlón y me dijo que afuera teníamos más espacio para dirimir nuestras discrepancias.

 A pesar del frío invernal y la nieve, ambos estábamos con poca vestimenta.

 Vi que mi contrincante estaba acompañado por tres secuaces, que se habían quedado cuidando sus hoyumans, pero Kazán me dijo: -Ellos no intervienen. Esto es entre tú y yo Ligor... y sacó su gigantesca espada. Yo tomé mi pesada maza.




Kazán era más fuerte que yo y también más resistente. Y mis reflejos no eran los mismos que cuando era más joven, verdaderamente no era lo mismo. Los amaneceres no pasan en vano. Llegué a golpearlo dos veces en el cuerpo, pero parecía que no sentía los impactos. Al revés,  mientras él estaba en toda su vitalidad,  yo sentía en mi cuerpo el filo cortante de su espada, una y otra vez. Estaba agotado, herido en varias partes y mi sangre manchaba la nieve. Sentía verdaderamente, que no podía más. Kazan tenía una sonrisa de triunfo. Obviamente mi instinto de supervivencia pudo más, instintivamente usé el rayo.

 Le lancé una fuerte descarga que lo aturdió, pero siguió en pie. Levantó su espada para rematarme y le lancé una segunda descarga con más potencia...  finalmente cayó aturdido.

 El efecto de los rayos espantaron a sus hoyumans y los secuaces de Kazán huyeron detrás de sus cabalgaduras.

 Me sentía mareado por la pérdida de sangre y antes de caer desvanecido, vi que Kazán estaba inerte sobre la nieve.

 No supe cuanto tiempo pasó... solo sé que deliraba de la altísima fiebre que tenía y apenas podía moverme por el dolor que me provocaban las heridas.

 Abría los ojos, tenía la mirada turbia, y volvía a caer en la inconciencia. Entre sueños sentía paños fríos en la frente, entre sueños me hacían beber un brebaje amargo...

 Recuerdo que cuando desperté me sobresalté, pues lo primero que vi fue el rostro de Nuria, Nuria aquella doncella que no había perdido su belleza a pesar de haber pasado tanto tiempo, tantos amaneceres.

Sé que estuve entre la vida y la muerte... y finalmente me pude recuperar. Y me di cuenta de lo vulnerable que somos, , me habían levantado los aldeanos, antes de que los secuaces de Kazan volvieran a rematarme, me comentaron que Kazan se había recuperado y se había marchado, estuve una noche entera delirando en la casa de uno de los aldeanos, cuando por causalidad, vinieron unos soldados del reino de Or y al enterarse de que el herido era Ligor, me llevaron a palacio. Sí, estaba en el palacio de Samya, que ya era Reina de Or.

 Fuí a su encuentro y me abrazó como a un gran amigo. Ella nunca se había olvidado que mucho tiempo atrás le había salvado la vida y ahora me devolvía el favor.

 Me dio ropa nueva y me invitó a pasar a la sala del Trono, donde con una breve y humilde ceremonia, me nombró Caballero de Or.




Me sentía incómodo, siempre me ví como guerrero, con conocimiento, seguramente con sabiduría, pero guerrero al fin, quizás era tonto de mi parte pero sentía como cierto pudor que me llamen caballero de Or.

-¡Cómo pasa el tiempo¡ -pensé, al ver que Samya ya tenía dos hijos adolescentes, un varón y una mujer.

 Me quedé un corto tiempo más en palacio y partí en un hoyuman blanco que me obsequió la princesa. Disculpad, la reina.

Apenas me despedí de Nuria, ella seguía siendo la dama de compañía, la casta dama de compañía de Samya, por el camino si bien yo era un guerrero que tenía los pies sobre la tierra, a veces con mi mente me trataba de comunicar con “aquel que está más allá de las estrellas”, y quizás era mi mente que me hacía una jugarreta o quizás escuchaba a aquel Ser, a veces dormitando  le preguntaba ¿A que se deben mis miedos y perturbaciones a hacer daño a gente querida, a la incomodidad que tengo alas armas? Resulta ilógico puesto que la espada y la maza son como una extensión de mi brazo, pero de verdad es como que entre sueños inconscientemente es como que temo hacer daño a los demás, sentía como “aquel que está más allá de las estrellas” me respondía:

-El miedo a hacer daño es porque tú Ligor, más de una vez tu temperamento te ha traicionado y a pesar de no haber dañado a gente honesta, porque tienes ética, en frustraciones de pareja has destruido rocas, has sembrado aludes, has quemado graneros sin querer y luego no sabías como apagarlos... te comportabas como un niño. No, no has causado muertes, pero si has llegado a destruir por impotencia algunas cosechas, aunque luego has compensado a los granjeros con metales; y seguramente los temores a esas armas, vienen por la pelea con Kazan, por el gran manejo de la espada que él tenía y por tu edad ya más avanzada.

El hecho de haber estado a punto de sucumbir ante su espada, con varias heridas no mortales, pero bastante graves te afectaron.  Tuviste que utilizar tus habilidades del rayo para poder vencerlo... y te sentiste muy mal, porqué en el fondo tu orgullo egoico pretendía que lo vencieras con las mismas armas, maza contra espada... y era imposible... pero tu Ego te obligaba a tirarte de cabeza al alcantilado, creyendo que no te ibas a hacer nada. Y debes reconocerlo, en esa batalla con Kazan,  habías recibido una soberano paliza si no fuera por la energía de tu rayo, hubieras muerto.

 Cuando te encontraron habías perdido mucha sangre... tenías un estado febril y murmurabas incoherencias. Te transportaron al palacio de Samya, esa reina antes princesa que muchísimos amaneceres atrás tú habías rescatado de las garras de Borius.  Recuerda Ligor que ella ya era reina y que tenia hijos adolescentes. Su hijo mayor era un príncipe muy bueno y su hija era igual a su madre, en versión más joven ¿te acuerdas Ligor?

Ordenó que te llevaran a una habitación privada. Fuiste atendido por su doncella Nuria, quien en el pasado había sido tu gran amor y no pudieron formalizar por sus votos de castidad. Nuria te curó las heridas, ella  te vendó. Estuviste cerca de 35 amaneceres entre lo que vosotros llamáis la vida y la muerte. Tu recuperación no fue sencilla, dos veces tuviste riesgo de morir. En los momentos de lucidez había en ti, una lucha interna entre tus roles de ego... por un lado no podías soportar que el gran Ligor hubiese sido vapuleado... ¡Tú mismo te creías la tremenda fama que habías sembrado en todo Umbro! pero por otro lado, tomaste conciencia del riesgo de aceptar ese combate. Eso te ha afectado bastante. Lograste salvar la vida, pero luego te costó mucho salir adelante, en lo físico, en lo anímico.

 

¿De verdad “Aquel que está más allá de las estrellas”, había respondido mis interrogantes o era mi mente, mi imaginación calenturienta la que pensaba que él me respondía? Si era cierto de ahí el temor actual a los filos, pero debería soportarlo, todo temor se debe confrontar, toda aprehensión tiende a desaparecer sola. ¡Hay tantas cosas que los seres humanos no entienden, tantas cosas! ¿Si no entiendo el amor, como puedo entender la muerte? Puedo entender el dolor, pero no la alegría, a veces pienso que la alegría es un estado de inconsciencia, a veces siento que la felicidad es un estado pasajero, no puedo quejarme de las aventuras que he pasado . Umbro estaba dividido en trece regiones. La región de Norte a su vez tenía tres territorios. En dichos territorios había distintas hordas, estaban los Oscuros, los Dorados, que vivían en la región Noroeste, casi todos estaban comandados por Livius mientras que los salvajes del Norte eran dirigidos por Borius.

Estaba la parte Central, dividida por siete territorios distintos. Lo que se llama la zona ecuatorial.

Los dos continentes principales eran el Este, donde moraba el grueso de la población de Umbro y el Oeste. Había océanos bastante pequeños

En el continente Oeste los indígenas practicaban muchos sacrificios religiosos. No tenían un contacto con otros seres, ya que estaban aislados en ese continente.

Donde yo moraba había tres regiones más en la parte Sur, pero eran seres muy aislados, se llamaban los Blancos, porque su cabellera era totalmente blanca, incluso el iris de los ojos era blanco, blanco y ovalado, se achicaba en la luz o se agrandaba en la oscuridad, como algunos felinos. También estaban los apartados donde nadie quería ir porque su población tenía una grave enfermedad contagiosa.

 En la parte del Norte y en la parte Central, en algunas montañas estaban los seres alados, eran tipo humanoides, pero con membranas. No tenían alas grandes, mas bien las usaban para planear.  Dentro de los seres alados había tres especies distintas, aunque se podían cruzar entre sí.

Recuerdos... recuerdo cuando viajé en barcazas al continente del Oeste atravesando el Océano, llegando a la región de los Bosques, alcanzando la región de las cordilleras, mucho más altas que las montañas del continente Este. Allí también había otra raza de animales que  lanzaban vapor incandescente como los dracons de mi continente. Recuerdos, recuerdos que cuanta más edad tienes, más rápido te pasan las vivencias y más se te graban los recuerdos, recuerdos que seguramente no te consuelan, recuerdos que quizás te hagan más mal que bien, pero forman parte del ser... y a veces nos preguntamos ¿qué saco en limpio de la vida? ¿He sido útil? ¿He servido a tantos? ¿He alegrado a otros? ¿O he hecho sufrir a muchos?

En tu mente dibujas una balanza donde pones tu compasión, tus actos de misericordia; del otro lado tu indiferencia, tu crueldad, y el platillo que pesa más, ese serás tú... no serás perfecto, esa es virtud de “Aquel que está más allá de las estrellas”, no serás perfecto, pero serás el platillo que pese más, has un raconto... pon en cada platillo tus acciones, las buenas, las malas... junto con las malas pon tus estadíos de indiferencia, junto con las buenas, tu piedad. La balanza te indicará quien eres. 



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