Relatos sobre Aldebarán IV - 2° parte

 

Cuando mencionamos la palabra guerrero, nos imaginamos a un ser temerario con armadura, arriba de su cabalgadura, luchando con espada, mangual o a mazazos, con un contrincante, rival o enemigo, su cabalgadura impecable, su armadura brillante… pero en la vida real hay amaneceres que estamos en el desierto o en la montaña, lejos de cualquier arroyo, días que no cae ni una gota de lluvia, sudorosos al extremo, mal olientes. En cuanto a nuestro estado anímico, agradeciendo a “aquel que está más allá de las estrellas” cada amanecer, ignorando, desconociendo si al amanecer siguiente estaremos vivos. De pequeño siempre adoré a los dracons, reptiles voladores que tenían un aparato pulmonar que les permitía lanzar una especie de vapor casi incandescente, pero que no era fuego… me sentía con una tremenda empatía hacia esos animales, a veces alguno siendo yo pequeño quiso atacarme, quizás jugando inconscientemente, y me protegí con mi mano lanzando una pequeña descarga eléctrica. No dominaba el rayo ni mucho menos, no dominaba a los dracons, pero tenia un don de comunicación tan grande, obviamente no era telepatía, la telepatía no existe, tuve tantas aventuras en Umbro que hasta se forjó una leyenda con mi persona, pensaban que podía saber cual era secreto de la mente de cada uno en Umbro. Era simplemente , je, aprender a ver el rostro de cada uno… aprender a ver que escondía. Cada vida, cada circunstancia, cada situación es una nueva experiencia que se suma a nuestro espíritu, ese espíritu guerrero, pero guerrero desde otro punto de vista, desde otra apreciación. Cuando lo que tú buscas es poder ayudar, eres un guerrero del alma. Obviamente que si vives en un mundo salvaje a veces tienes que elegir el mal menor, si una horda saquea una aldea y tú puedes juntar fuerzas para contrarrestarlos, lo haces, y matarás defendiendo la aldea, pero en el fondo, ¿quien eres tú para elegir entre el aldeano y el saqueador?  El saqueador fue creado así, por sus padres, por sus abuelos… el aldeano lo mismo, quizás era ese instinto que busca proteger al más débil, en este caso aldeano.

De la misma manera que yo podía contactarme con los seres voladores, los dracons, había un ser que pertenecía a una raza que, aunque tampoco tenia el don de la telepatía, Poseía una mente muy poderosa, una mente que poseía el don de emitir ciertas hondas que podían llegar a lastimar a otras mentes hasta hacer retorcer a la persona de dolor y hasta hacerles perder el conocimiento. La raza a la que pertenecía este ser era la raza de los “mentos”… incluso la gente pensaba que eran seres telepáticos. Este ser al que me refiero se llamaba Fondalar, mi padre me hablo de él, recuerdo que cuando mi padre lo conoció por lo que me contó vio a un hombre de mirada profunda, siempre meditando, como abstraído del mundo...





Dejé de lado mis pensamientos, ya que había algo urgente que atender...

Habíamos logrado vencer las hordas de Borius, con Storm y con Jonus, pudimos frenar a esa bestia, Tras dura lucha lo vencimos y logramos que se retirara... pero claro antes de marcharse había pronunciado unas palabras que me preocuparon sobremanera:

-Los dioses no están con nosotros y deberemos hacer una ofrenda...

Recuerdo que nos miramos con Storm preocupados, pero Storm se marchó para ocuparse de sus asuntos. Con Jonus vimos que Borius había capturado a Samya, la princesa del Reino de Or. Tenía que ir a Citaria a rescatar a Samya, pero ¿qué podría hacer solo contra esos bárbaros? Necesitaba ayuda. Aquí es donde entró en escena ese telepático, ese ser sin edad, con tremendos poderes. Mi padre me había descrito que Fondalar vivía en una casa cerca de las llanuras. Esperaba otra imagen, la que había descrito mi padre... pero me encontré con un hombre con la piel rasgada, quebrada por el sol, de piel tostada, unos brazos delgados, pero prácticamente era como si estuvieran revestidos en hierro por dentro, su cabello era de color cobre, su rostro energético... en ese momento estaba trabajando en su herrería. Se dio vuelta y puso sus ojos en mí.



Me acerque a él:

-Querido Maestro, me presenté... mi nombre es Ligor.

-Sé quien eres, te he sentido venir desde varias líneas atrás.

No me sorprendió su respuesta... ¿Habría leído de verdad mi pensamiento o su poderosa mente había percibido mi presencia? Le pregunté:

-¿Eres de la raza de los Mentos, no?

-Sí, mi nombre es Fondalar...

Me acerqué y nos estrechamos las manos. Apretó mi mano con una fuerza oculta tan importante que me sobresaltó. Él soltó una tremenda carcajada y lo aclaró:

-Je, je, me río de tu sorpresa, te imaginabas ver a alguien todo mente y te encuentras con una persona que ha cultivado la parte física... pero lo contrario seria tonto, puesto que en cada vida debemos cuidar esta ropa que llevamos puesta llamada cuerpo... he perdido la cuenta de las rotaciones que tengo, varias decenas, cientos..., je, no sabría decirte, te puedo decir sí, que tengo miles de anécdotas para contar de este hermoso mundo llamado Umbro...

Fui sincero, le dije:

-Te hacía mucho más viejo, Maestro Fondalar...

-Je, ¡Lo soy!... tengo muchas rotaciones encima... pero no hace falta que me digas Maestro. Dime simplemente Fondalar...

-Está bien, así lo haré... De verdad no se te notan las rotaciones... pareces apenas algo mayor que yo...

-Bueno, no hace falta que mientas para halagarme, ¡dime que te trae!

-Está bien, te diré el motivo Fondalar resulta que...

-¡Quieres que te acompañe a Citaria!- me cortó.

Asentí con la cabeza sin contestar.

-Y... ¡Quieres rescatar a Samya!

De vuelta asentí con la cabeza. Fondalar largó otra carcajada:

-Te has confundido de persona- Me dijo -Tengo ciertos dones telepáticos, pero no soy invulnerable. Una flecha certera puede acabar con mi vida, tanto como la de cualquier otro ser “mortal”- Vio mi gesto y agregó- pero no te inquietes Ligor, te acompañaré. Sé que Storm tenía que resolver unos conflictos en una tierra vecina, sé que no podrá venir, pero bueno... dile a Jonus que nos acompañe...

Al amanecer siguiente, a la salida del Sol que bañaba ese mundo , ya estábamos en tres cabalgaduras hoyumans rumbo a Citaria. No voy a perder tiempo relatando los sinsabores del camino, las lluvias, las dos posadas donde nos hemos alojado. Recuerdo que en una de ellas servían una comida hedionda. Lo único agradable del recorrido fue un poblado donde los lugareños eran sumamente amables... pero debíamos seguir viaje.



Me fui enriqueciendo con las anécdotas que nos había contado Fondalar, el ser sin edad y con una musculatura interna tremenda, algo que para mí había sido una sorpresa. A veces, a veces medimos a la persona por las apariencias , valoramos a la persona por donde vive, por si tiene o no tiene dinero, si tiene carro o no tiene carro, si es delgado u obeso, si vive solo, si esta casado, nunca miramos dentro de la persona, y no precisamos tener una visión privilegiada para ello… a través del semblante, de la mirada, de la expresión, puedes ver dentro del otro, y no prejuzgar con lo que aparenta, porque lo mismo hacen los demás con nosotros. Somos guerreros, vivimos saqueando, nunca vamos a ser caballeros, somos brutos, ignorantes, es lo que dicen los poblados del guerrero… y ese prejuicio se adapta a todo, miras una personas y es como que la escaneas… y quizás haces un juicio muy apresurado hasta que la conoces bien, y te das cuenta de que esa persona era mucho mejor de lo que tú esperabas.

Seguíamos andando con Fondalar y Jonus, Nunca descuidamos a los hoyumans. Todo nativo de Umbro sabía que las cabalgaduras eran el tesoro más grande del viajero... y obviamente del guerrero.

Luego de varias jornadas, llegamos a Citaria. Era lo que yo esperaba, un acceso dificilísimo, una fortaleza más que un castillo. Esa fortaleza estaba asentada sobre una alta montaña, una montaña sin pico en la cumbre, como partida en la punta para poder asentar allí la fortaleza. De verdad era algo que yo esperaba.



Había infinidad de guardias que descubrimos durante la subida a la cumbre... me sorprendió lo que sucedió en la primera etapa de la ascensión a la fortaleza de Borius, ya que evidentemente nosotros no habíamos percibido a un guardia que estaba con una arma muy similar a una ballesta.

Nos vió y con una tremenda agilidad, una fuerza tremenda y una velocidad impresionante lanzó un proyectil similar a la flecha hacia el pecho de Fondalar. No me dio tiempo para reaccionar, pero antes que yo moviera la mano para proyectar una descarga, Fondalar vió venir la flecha y “mágicamente” la misma perdió fuerza y cayó a sus pies... Yo estaba preparado para partir el proyectil con una descarga eléctrica, pero los reflejos de Fondalar fueron casi instantáneos. Con Jonus nos quedamos anonanados, la fuerza mental de Fondalar era mucho más potente de lo que creíamos, no solo podía semblantear tu rostro y captar nuestro pensamiento, si no también dominar, con ese prodigioso Don haciendo foco energético, cualquier objeto. Vimos casi al instante que el guardia se tomaba la cabeza, pegaba un tremendo grito y caía desmayado.

-No os asustéis- nos dijo Fondalar- No lo he matado, le he enviado una orden energética a su decodificador para que quede como mínimo 24 tiempos dormido.

Respiré aliviado, pues si bien he matado a gente con mi espada, lo he hecho en forma valiente, arriesgando mi vida también...

Me parecía demasiada ventaja de parte de Fondalar el poder eliminar a un ser tan fácilmente, pero verdaderamente era un Maestro de Luz, no abusaba de sus poderes... eso no quitaba que si Fondalar bebía una pócima soporífera y quedaba 24 tiempos dormido, una alimaña no se hiciera cargo de él, pero ya no era asunto nuestro, era la ley de ese mundo tan salvaje, pero a su vez tan hermoso.

17 guardias fueron dejados fuera de combate de esa manera, prácticamente nosotros éramos meros acompañantes... Jonus no hablaba de tan sorprendido que estaba. Cuando llegamos al castillo-fortaleza, había una puerta impenetrable, bueno, impenetrable para nosotros... oímos como un chirrido de voces, un pasador que de adentro se abre... era el poder mental de Fondalar, que corría los cerrojos... hablamos de gigantescos cerrojos que solo los podían mover no menos de 6 hombres desde adentro. Es cierto que Fondalar valoraba las vidas... se concentró con una fuerza telepática tremenda, su frente sudaba, las gotas de transpiración caían del esfuerzo mental que estaba haciendo y en un momento dado, se arrodilló extenuado ante tal esfuerzo mental... había quedado exánime.

Cuando entramos a la fortaleza había decenas de guerreros dormidos y Fondalar dijo:

-No puedo más, voy a descansar... ¡entrad tranquilos!, buscad la torre izquierda... la alta, la oscura... allí esta la Princesa Samya... yo os espero aquí.

Fuimos con Jonus al ala extrema donde estaba la torre oscura y encontramos una celda gigantesca donde estaba la dulce Samya. Del lado de afuera había un guardia dormido, le sacamos una gigantesca llave de hierro casi oxidado y abrimos la celda. En la poca piedad que Borius tenía, le había puesto un camastro, un lecho de paja blanda para que la princesa pudiera reposar. La tomé entre mis brazos. Antes de retirarnos pasamos por la sala central. En un trono que tenía dos calaveras en sus costados, estaba dormido ese ser tan bestial llamado Borius. Jonus tomó la empuñadura de su espada, yo posé mi mano en la suya y le dije no con un gesto. Hubiera sido cobarde quitarle la vida en ese momento. El tema es enfrentar la vida, la muerte, el dolor, las pérdidas, los abandonos, sin trampas, confrontar, nunca aprovecharnos de las circunstancias y menos a costa de otros… todo pasa por el respeto. No tengo excusas, en combates puedes matar decenas de vidas, mas de la misma manera arriesgas la tuya… pero matar a gente desarmada, dormida o inutilizada, no.

Salimos con Samya y llegamos hasta la parte del Valle, alejándonos de la fortaleza. Al poco tiempo Samya despertó y le dije:

-Hermosa princesa, soy Ligor, he venido a rescataros de las garras de Borius y lo hemos logrado, estad tranquila que os llevaré de nuevo a Or, a vuestro Reino.

Me lo agradeció profundamente y le respondí:

-No, no, no a mí, al Maestro Fondalar... sin él no hubiéramos podido hacer nada en esa gigantesca fortaleza...

Fondalar nos dijo:

-No os preocupéis si solamente hay tres hoyumans, tengo otras cosas que hacer. Mi misión aquí ha terminado, ocupad las cabalgaduras y dad a Samya la mía. Reitero que por mí no os preocupéis... todavía tengo muchas misiones que hacer en esta vida.

Me abracé con el Maestro Fondalar y le dije:

-Estoy seguro que nos volveremos a ver.

-Posiblemente -me dijo él- posiblemente… y será antes, antes de lo que pienses. Tú sabes que tengo una gran capacidad mental, pero Ligor, ten en cuenta esto: Todo Don es útil si se emplea el amor, un Don sin amor, un Don sin respeto, un Don egoísta no sirve-

Y se marchó

Lo que sigue, bueno, es un relato apenas anecdótico. Una vez que dejamos atrás a Fondalar y nos alejamos varias líneas de las tierras de Borius, Jonus se despidió de nosotros y llegamos así al Reino de Or.

Había rescatado a una princesa. Me entregaron la Orden de Plata Mayor, una medalla en forma de cruz y les dije a los reyes:

-Este objeto es muy valioso, pero no significa nada comparado con la vida de mi princesa.

Me agradecieron mis corteses palabras.

En ese momento vi a una doncella que era dama de compañía de Samya y me pareció que veía a la joven de rostro más resplandeciente que había visto en esta vida y seguramente en todas las vidas pasadas que haya tenido... no lo podía creer, era un ser que alimentaba mi esperanza de poder amar en el futuro.



La princesa Samya se dio cuenta y guardó para sí una sonrisa, aunque no pudo disimular el brillo en sus ojos. Luego me dijo:

-Esperamos verte pronto, hermano Ligor.

-Así será, mi princesa- Miré una vez más a la bella dama de compañía de Samya y me marché.

Era un guerrero, un guerrero que para muchos era una leyenda, un mito… para muchos ni siquiera existía, era incluso un personaje de cuentos, de las tantas historias que se interpretan en las obras de teatro que se hacían en la zona ecuatorial… pero no, era de verdad, era de carne y hueso… y sentía, y mi corazón latía mas rápido, había quedado impregnado en mi mente ese candor de la doncella, su mirada, su pudor, esa bella dama de compañía estaría conmigo compartiendo mi soledad con la esperanza de que algún amanecer cercano, lejano, eso lo sabe “aquel que está más allá de las estrellas”, quizás me acompañara en carne y hueso, y no solamente en una ilusión de mi mente, porque todos los seres humanos, en cualquier mundo, queremos ser felices.

Mas el secreto es no ser felices en forma egoísta… nuestra felicidad se debe potenciar ayudando a otros a ser felices también y formar una cadena de felicidad que se vaya transmitiendo de uno a otro, a otro, y eso lo dice un guerrero que estuvo en cientos de batallas, y que quitó vidas, y quizás para vosotros parezca un contrasentido, pero ¿quien dijo que el ser humano es totalmente coherente en sus ideas y en su forma de expresarse? Somos falibles, el único infalible es “aquel que está más allá de las estrellas”, y quizás cuando morimos ese fulgor, esa energía que llevamos en nuestro interior, vaya con ese Ser.



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