Empatía

Prof. Jorge Raúl Olguín

6º  parte


  

Tener o no empatía

Nota de Vladimir & María Mercedes Gessen

Sufro mucho por las cosas que le pasan a los demás y no entiendo por qué tiene que ser así… Que debo hacer para quitarme eso… (Fragmento de consulta)

En medio de nuestras preocupaciones cotidianas, olvidamos que los demás también tienen algo importante que comunicarnos. Mahatma Gandhi decía: “Las tres cuartas partes de las miserias y malos entendidos en el mundo terminarían si las personas se pusieran en los zapatos de sus adversarios y entendieran su punto de vista”. La Empatía es una habilidad social fundamental que permite al individuo anticipar, comprender y experimentar el punto de vista de otras personas y nos ayuda a recuperar el interés por quienes nos rodean. Tener empatía no es algo negativo. Es ser muy positivo ante la vida. No es un trastorno, es un valor, una virtud.

Simpatía o empatía

Cuando hablamos de simpatía, básicamente hablamos del otro. Así, decimos: Ella o el es simpático o yo soy simpático. Pero cuando hablamos de empatía no decimos ella o el es “empático”, realmente manifestamos: Entre nosotros dos o ellos existe empatía. Existen personas simpáticas o antipáticas, pero no existen personas “empáticas” sino empatía entre dos o más personas, sean simpáticas o antipáticas.

El concepto de simpatía posee una larga historia desde Aristóteles. En cambio, el término empatía es más reciente. M. F. Basch señala que el prefijo “em” significa “en” o “dentro de”, mientras que el prefijo “sim” significa “con” o “junto a”. Entonces, el término simpatía significaría compartir una experiencia con otra persona. Cuando uno simpatiza con otros, uno siente con los demás o comparte su sufrimiento. A diferencia de eso, el término empatía es un concepto más amplio que la simpatía. Traduce la habilidad para comprender, “sentir” o “vivir” el sentimiento de otra persona. Basch postula su sinónimo en alemán como “ponerse en el lugar del otro” o “llegar a conocer al otro o al extraño”. Lo cual implica un entendimiento muy completo e integral de la otra persona. De manera que la simpatía se refiere al darse cuenta y participar en relación al sufrimiento de otra persona, mientras que la empatía se refiere al intento de comprender los estados positivos o los negativos del otro como si fueran de uno. Podemos sentir simpatía como un sustituto de la empatía. Sin embargo, se requiere verdadera empatía para comprenderse realmente entre dos o más personas.

Una persona con empatía está muy consciente de todo un complejo universo de información emocional, a veces dolorosa e intolerable, que otros no perciben. Las personas que tienen alta empatía están mucho más adaptadas a las sutiles señales sociales que indican lo que otros necesitan o quieren. Esto los hace mejores en profesiones tales como la enseñanza, el servicio social, las ventas y la administración.

Empatía y Psicopatías

La psicopatía se contempla como un trastorno de la personalidad. Se refiere a un patrón permanente e inflexible de comportamiento que se aparta de las expectativas culturales de la persona y tiene su inicio en la adolescencia o principio de la edad adulta. Además, es estable a lo largo del tiempo y produce malestar y perjuicios para dicha persona o para terceros. El trastorno antisocial de la personalidad, también denominado psicopatía, sociopatía o trastorno disocial de la personalidad, tiene como característica principal el desprecio y violación de los derechos de los demás. Las personas con este trastorno se caracterizan por despreciar los deseos, derechos y sentimientos de los demás, muestran pocos remordimientos, son insensibles y carecen de empatía aunque pueden y suelen poseer cierto encanto artificial.

Los trastornos antisociales de la personalidad son más frecuentes en los lugares de tratamientos de abuso de sustancias, en la cárcel.

Pero, la falta de empatía no nos hace psicópatas. Muchos no poseen un trastorno antisocial de la personalidad, y aun así no practican la empatía. El estrés social y la deshumanización nos alejan de la empatía. Por el contrario, el valor de la empatía desarrolla en nosotros la capacidad de motivar y encauzar positivamente a las personas. Enseñar a tener ese interés por los demás y vivirlo habitualmente es la mejor forma de transmitir empatía e identificarnos plenamente con los demás, lo cual si todos la practicáramos cambiaría radicalmente el entorno social en el que vivimos.

Cómo tenerla

Vivir el valor de la empatía es algo sencillo si nos detenemos a pensar un poco en los demás y en consecuencia, aprenderemos a actuar favorablemente en todas las circunstancias. Por eso, debemos estar pendientes y cuidar los pequeños detalles que reafirmarán este valor en nuestra persona. Procuren sonreír siempre, esto genera un ambiente de confianza y cordialidad. La serenidad que se manifiesta desarma hasta el más exaltado. Consideren como importantes los asuntos de los demás como si fueran los propios. Después de haber escuchado a la persona que se ha acercado, seguramente tendremos la capacidad de entender su situación y estado de ánimo y podremos ayudarle. No hagan un juicio prematuro de las personas, porque les hace cambiar su disposición hacia ellas. No piensen, “ya llego este molesto” u “otra vez con lo mismo”. Si alguien se acerca a nosotros, es porque lo necesita... No los defraudemos. Si no tienes tiempo o no es mucho le que podamos hacer, expresémoslo con cortesía y delicadeza que también es empatía, y las personas se sentirán igualmente atendidas. Pero, no dejemos pasar mucho tiempo para charlar con esa persona. Evitemos demostrar prisa, aburrimiento, cansancio, dar respuestas tajantes o distraernos en otras cosas. Aprendamos a escuchar. No olvidemos infundir ánimo con palabras, una palmada en el hombro o un gesto amable, será muy reconfortante, sobre todo si la persona tiene problemas.

Ayuden a los demás siempre y verán cómo en retribución, muchas más personas tendrán una gran empatía con ustedes mismos.

Sin duda que tener empatía nos hace sentir más los problemas de todos, pero entre tener o carecer de empatía, preferimos lo primero porque si bien es cierto que la sufrimos, también la disfrutamos mucho porque nos hace sentir que estamos vivos.