El jinete y el caballo.

por Jorge Raúl Olguín.

 

      En el verdadero camino espiritual tenemos una guía  y esa guía es el equilibrio.

      Las  religiones  tradicionales nos han  enseñado que la espiritualidad estaba reñida con lo material, creándonos momento a momento complejos de culpa y diversos traumas si intentábamos ser un poco más dichosos.

      Nos enseñaban que la flagelación era necesaria para agradar a Dios y el ayuno era muy importante para “limpiar nuestros pecados”.

Nadie nos hablaba del Servicio.  Nadie nos mencionaba el altruismo.  Ninguno nos decía que, para agradar a Dios, bastaba con amar a nuestros semejantes.

Nos enseñaban la penitencia, pero no el camino. Nos mostraban la supuesta culpa, pero no la reparación.

Nos sometían así  a un Dios vengativo e intolerante,  haciendo que no conociéramos la verdadera imagen del Absoluto, que es todo Amor.

Y así fue como perdimos el equilibrio y no tuvimos la guía para llegar a la Luz.

Y tomaron las riendas los dos extremos: Por un lado, el libertinaje, donde los límites no existían.  Por el otro,  el puritanismo,  donde  se  llegaba  a  señalar cada  acto  material  como impuro.

Y las épocas pasaron, arraigando cada vez más las creencias erróneas.

En la actualidad, el desequilibrio sigue.

La gente término medio no ignora que el libertinaje está totalmente alejado de la Luz.  Pero no opina lo mismo del puritanismo.  Piensan  que  ser puritano  es  sinónimo  de bondad.  La gente no sabe que esta conducta sofoca la creatividad, ignora que condena al propio Amor.  Generalmente, la gente puritana vive con prejuicios y complejos de culpa.  Y, a su vez, tratan de transferir culpas a los demás.

Muchos no saben que el puritanismo, al igual que el agua destilada, no es potable.

Pero hay otra forma de puritanismo, del cual fui protagonista años atrás.

Vivía tan intensamente para lo espiritual que hasta me molestaba comer.

Me encontraba en la oficina escribiendo una carta y miraba la hora.  Al ver que ya  pasaba  el mediodía,  me ponía  de mal humor,  pues sabía que tenía que ir a comer y verdaderamente  no tenía ganas.  Almorzaba a regañadientes  y cuestionaba a Dios por crearnos con tantas dependencias materiales.

Una vez, en mi primer curso de transpersonal, le comenté a mi profesora que había leído un libro donde se hablaba del narcisismo.  Decía allí que el espíritu es el jinete  y el cuerpo, el caballo.  Y que  el jinete  debía cepillar  al  caballo solo lo necesario  para que  éste pudiera cumplir con su función de transporte.

Ella me respondió que la idea no estaba equivocada,  mientras se respetase el equilibrio.

Y me hizo una comparación:  - Supongamos que  el espíritu  es el vaquero que está montando al caballo (el cuerpo) en pleno desierto de Arizona. Y se olvidó de darle de beber y de comer en el pueblo anterior.  Y el caballo se le muere faltando 50 millas para el próximo pueblo.  Y hay una temperatura de 55º.  ¿Cómo se las arregla el vaquero  sin el caballo para atravesar el desierto?

¿Cómo se las arregla el espíritu para cursar la lección de vida sin un cuerpo en donde alojarse?

El cuerpo (el caballo) debe ser atendido, no solo para cubrir sus necesidades básicas, sino también para brindarle satisfacción.  De lo contrario, el caballo puede deteriorarse y, lo que es más importante, el espíritu (el jinete) se “contamina” de ese deterioro y su “sentir” puede aletargarse.

El gozo no está reñido  con la espiritualidad,  mientras  no se hiera  la susceptibilidad  de terceros,  ni se rompa el equilibrio del que hablábamos al comienzo.

El verdadero pecado  no consiste  en comer,  beber  o  tener una relación sexual,  sino en ignorar o no tener en cuenta a nuestros semejantes.

No hace falta ser un terapeuta espiritual para ayudar a un ciego a cruzar la calle.

Cuando voy caminando  por cualquier arteria  y  observo parado  en una esquina  a  un no vidente,  me da la sensación que el hombre es invisible,  pues amas de casa, colegiales, obreros, oficinistas  y  vaya  a saber  cuantos  más,  pasan  de largo  sin  preguntarle  si  va  a  cruzar.  Entonces, me pregunto quién es el verdadero ciego.

Me acerco, le pido que se tome de mi brazo, lo cruzo y siento un enorme gozo por haber sido útil en lo que muchos catalogarían “una nimiedad”.

Sepan que el Servicio no es solamente donar un tomógrafo a un hospital público, pues con ese criterio, muy pocos serían útiles. Las pequeñas cosas hacen las grandes cosas... hagámoslas.

En el verdadero camino espiritual  tenemos una guía  y  esa guía  es  el equilibrio.  O sea, brindar  lo  material  al  caballo  para  que  no  nos  deje en  la mitad  del camino  y brindar  lo espiritual al jinete,  para que sepa conducir al caballo.

 

        

 

 

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