EL EGO EN LA HISTORIA
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De Jorge Raúl Olguín.
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El EGO obnubila a las personas de tal manera que
las vuelve obcecadas al extremo, al punto tal que es imposible razonar con
ellas.
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Por eso afirmo que lo que ata al ser encarnado al
plano físico son las pasiones, uno de sus frutos más cegadores.
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La persona dominada por el ego atesora hasta el
último de sus días bienes materiales, aun perjudicando a otros y sabiendo que no
se llevará nada. La mayoría no entiende que somos hijos de un Creador y que
estamos de paso, y en lugar de cometer actos hostiles debemos derramar amor
sobre nuestros hermanos.
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A lo largo de la historia de esta bendita
humanidad han pasado distintas situaciones: imperios que han florecido y que
luego se han derrumbado, personajes que se creían eternos y que han pasado a la
historia sin pena ni gloria. Han habido reyes que han sido dominados por sus
pasiones, por sus apegos, siendo esclavos de sus propios impulsos, que los
fueron llevando al abismo del olvido.
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El ego forma parte del ser humano nosotros y posee
infinidad de facetas. Puede ser impulsivo o muy sutil. Logra que ese ser humano
sólo se escuche a sí mismo, lo empuja a que busque figurar, entendiendo que uno
de sus alimentos principales es la aprobación de los demás. Porque el ego es
infantil y, como tal, totalmente dependiente.
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Pero hay otros roles del ego… aquellos que no
terminan nunca de saciarse y no sólo tratan de llegar a la cúspide en esa
búsqueda de aprobación, sino que no la quieren compartir, tratan de ser únicos.
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Esos roles de ego ambicionan poder y terminan
acumulando cosas materiales. Y si bien la mente analítica hace que la persona
razone, entendiendo que del plano físico no se lleva nada, igual sigue
acumulando dinero, poder, posición, fama, gloria.
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El ego tiene ramificaciones: la vanidad, la
lujuria, también la baja estima y los temores infundados. Sus roles logran que
ese ser humano llegue incluso a tener cambios de personalidad. Y no hay
exageración en lo dicho.
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Por supuesto que todo ello se puede modificar,
entendiendo que el ser humano es más que una unidad biológica, sino parte de una
Totalidad infinita. Si se comprende que estamos hermanados en una Inmensidad nos
daríamos cuenta entonces lo inútiles que fueron las guerras a lo largo de la
historia humana y qué campo yermo han dejado.
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Si captamos con plena conciencia que todos somos
hijos del Absoluto y que espiritualmente poseemos las mismas oportunidades,
tendríamos que abrazarnos fraternalmente los unos con los otros derramando
nuestro amor en los demás y entendiendo que para dar amor tenemos que sentirlo
primero por nosotros, ya que no podemos dar de lo que carecemos. ¡Y es tan
sencillo gestar ese amor en nuestro Interior, rectificando el rumbo y abriendo
el alma a la Esencia Divina! Recién entonces podremos brindarnos a nuestros
hermanos.
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De esa manera el ego jamás tendría cabida.
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