Mujer

 

 

 ALGO SOBRE LA MUJER

 

La mujer, alusión a fantasmas y mitos, rincón secreto de laberintos, noche cómoda y titilante estrella. Mujer madre, mujer hija, mujer a mi derecha y a mi izquierda... ¿quien más podría emplearnos hacia la alegría, y en constantes cambios a la desesperación con su belleza, no corporal como dice el poeta?  Es el espíritu que Dios nos dio para entregarnos al delirio.

En las coplas infantiles, en los cuidados maternales, en las caricias sutiles la mujer resulta fundamento de las cosas, nos abrimos a su fuente que irriga, nos entregamos para ser amados, para ser cortados y para ser un niño. La mujer es también maquinaria de sorpresas, la que hace funcionar lo que somos, a lo que nuestro destino nos llama para que quepamos en este mundo.

No hace falta en la vida decir qué tan importante es la mujer, porque toda ella es la vida. No quiero elogiar a la mujer porque mis elogios resultarían tan vanos y faltos de objetividad... sólo la quiero presentar como la pienso, como la veo y como la siento, y sus virtudes, y sus fracasos, su elegancia y arrogancia.

¿Adónde se guarda a la mujer si anda a todos lados con uno sin que lo sepamos, con esa ansia presurosa del caminar siempre exacto? La mujer tiene la forma de la tarde, del día y de la noche constantemente renovada, que se va y que regresa una y otra vez, siempre ahí. Mujer, en tu cabeza acógeme, en tus manos cárgame, en tu boca háblame, en tu pecho láteme, en tí escóndeme.

Y de una costilla el engendro más preciado por artistas. Se piensa en mujer y sexo a la vez, en amante y el penetrante complejo que Sófocles con su Edipo Rey nos absorbe. La lúbrica sensación se presencia a través del deseo que con sus carnes nos dobla. Una especie parecida a la más potente droga. Al elixir más socorrido.

¡Ay, Dalila, arráncame los ojos y absórbeme la fuerza por tu pequeña ambición; Salomé, Salomé, que codicias mi cabeza y te metes en mi pensamiento más excitante, deja para mañana las charolas de plata; Lesbia, tu destino empuja a prisiones sin control; mi temible Magdalena, limpia esas lágrimas que tu perdón ha llegado; pequeñas Ninfas saltimbanquis que esperan por los Sátiros para sus infinitos placeres con rostros de beatitud!

La mujer es esencia y cadencia que trastoca y retoca, que envenena y corta, ya sea en los versos, los matices, los arpegios, y que a la vez, se transforman en la gran complacencia que nos dio Dios para tener las coplas precisas de una hermosa canción que los hombres nunca aprenderemos a tocar.

  

  

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